viernes, 29 de agosto de 2014

Dos años después


Eran las 2:30 de la madrugada, hace dos años, cuando rompí aguas, justo un mes después de mi cumpleaños. Sobre las 11 de la mañana nació una bonita niña, rosita y rubita, a la que pusimos nombre de reina.
Mi Xoubiña, mi niña con nombre de reina, mi currusquita, mi pequerrechiña, mi amor, mi compañía, mi consuelo, el melocotón de su abuela. Mi niña cumple dos años hoy, y yo celebro con ella dos años de amor y lactancia, de abrazos y sonrisas, de lágrimas y desahogos.
Aquel bebé de ojos grandes que miraba el mundo con asombro se ha convertido en una linda niña que mira el mundo con descaro y picardía.
Habla muchísimo, ha empezado a decir frasecillas este verano, y ahora está en plena explosión del lenguaje. Todos los días cosas nuevas, siempre repitiendo lo que tú dices, y sorprendiéndonos cada día. Es una edad preciosa, me encanta. Charla con su media lengua, razona, a su manera, y puedes tener conversaciones, a su manera.
Ha aprendido a decir “Te quero” y lo dice muy a menudo, se nos cae la baba. Si le digo yo Te quiero Xoubiña, ella contesta “Yo más!” Desde hace unos días si ve que no le hago caso a la primera me llama por mi nombre.
Todos los días al recogerla de la guarde me dice “Qué tallll mamá?” Estirando la L al estilo catalán, que tallll. Bien! Y tú? “Bien! Qué tallll mamá?” Bien! Y tú? Y así nos tiramos un buen rato, siempre con la misma pregunta. Cuando se cansa conmigo comienza con su hermano. “Qué tallll tato?”
Es una pequeña teatrera, como su hermano, es muy payasa y muy gestera, le encanta poner caritas y repetir una broma que nos haya hecho reír. Una noche al oír abrirse la puerta de casa y saber que llegaba se pone a gritar “Papaaaaaaa!” Y viene su padre ¿Qué pasa cariño? “Culo pelao!” Yo me reía a carcajadas, el padre también, ahora lo repite a menudo.
A veces incluso me vacila ¿Eres el bebé de mamá? Y me contesta “Noooo, el bebé de papá” y se muere de risa, tiene la variante también del bebé de la yaya o del bebé de su madrina.
Cada vez que ve una luz dice “Mira, la luna!” y me parece tan tierno y bonito que no la corrijo. Qué dulzura poder ver la luna en cada lámpara, qué inocencia más hermosa.
Es valiente como no ha sido su hermano, sube, baja, trepa y se mete por cualquier sitio con los consiguientes sustos para sus padres. Lo del tobogán lo tiene ya más que dominado, sube sola las escaleras, se sienta y antes de tirarse cuenta un, dos, tres, da una palmada y se tira. Y si te descuidas se sube al de mayores o a los columpios ella solita.
Es cariñosa, es buena, es presumida… Presumida muchísimo, hoy se ha ido a la guarde vestida de mariposa con una falda tutú morada y una diadema que tiene alas y cuernitos de mariposa. Qué pena de privacidad y no poder poneros una foto!
Lo más importante de todo es que sigue siendo una niña feliz, no hay foto en la que no esté sonriendo, es una niña alegre y divertida, como su hermano.
Siempre quise que uno de los pilares de mi papel de madre fuera el sentido del humor que tanto faltaba en mi casa, en mi infancia, y me parece asombroso haber logrado cada día disfrazarme de felicidad y haber conseguido criar a mis hijos con alegría. A pesar de todas las dificultades, de la pena profunda, de tener el corazón desgarrado, he conseguido fingir alegría cada día y transmitírsela a mis hijos.
Lo que habría disfrutado mi madre con su nieta, viéndola crecer, viendo la preciosa niña en la que se ha convertido, bonita y teatrera como su hermano. Se habría reído muchísimo con ella, habría dicho “Esta niña es famosa!” y la habría malcriado como sólo las abuelas lo hacen.
Me hubiera gustado ver sonreír a mi madre más a menudo, me hubiera gustado verla disfrutar de sus nietos y me hubiera gustado seguir contando con sus abrazos y sus consejos, ella que siempre sabía qué hacer y qué decir.
Hoy es el cumpleaños de tu melocotón, estarías orgullosa de verla, sigue cuidando de mis hijos desde donde estés. Gracias madre, gracias. Hoy es un día especial y te echo terrible y dolorosamente de menos. Te quiero madre.

Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.

jueves, 28 de agosto de 2014

Mientras ella quiera y yo me deje…



Hoy hace dos años que usé un sacaleches por primera vez, mañana cumpliré dos años de lactancia. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a seguir dando teta dos años después? Pues sí. Mientras ella quiera y yo me deje…

Tal día como hoy, con un tremendo barrigón, dediqué toda la mañana a montar un banco para el salón. Era complicado manejarse con semejante barriga dando vueltas por el banco para ajustar tornillos. Por la tarde quedé con MdB para tomar algo y darme un sacaleches. Recuerdo que antes de despedirnos estuvimos hablando con una señora que parecía saber mucho de embarazos y de partos y que me aseguró que me quedaba al menos una semana más. No acertó nada, pero nada de nada.

Al llegar a casa empecé a usar el sacaleches por aquello de ir estimulando la lactancia. Pero lo que se estimuló fue que rompí aguas unas cuatro horas después, y mi niña nació a la mañana siguiente. Nunca sabré si lo provocó el sacaleches, el montaje del banco, la buena compañía, o que ya estaba lista para salir.

Parir “de verdad”, y dar teta fueron dos espinitas que se me quedaron clavadas después del nacimiento de Parrulín. Desde entonces había leído mucho sobre las dos cosas y aunque no pude lograr la primera porque mi gine estaba de vacaciones, sí conseguí dar teta. Que no fue fácil, que hay que empeñarse mucho para que salga bien y hay que pedir ayuda si se necesita.

La lactancia parece muy natural, muy bonito todo. El bebé nace, te huele, se engancha, y tú estás ahí tumbada o sentada, con tu bebé en brazos, mirándo a tu bebé con arrobo y dando teta llena de pasión. Pero no, ni se engancha tan fácilmente, ni encuentras la postura, ni sientes que te desborda de amor el dar teta ni nada parecido. Te salen grietas, estás incómoda, te duele, tienes mil dudas, y mil opiniones de gente diferente que te aconsejan cosas contradictorias. Y piensas A la mierda todo, marchando un biberón!

En esas estaba yo, no iba nada bien mi lactancia, se estaba convirtiendo en lactancia mixta y yo sabía que aquello conducía al fracaso. Tenía seis días la niña cuando fui a una reunión de la Liga de la Leche. Me ayudó, comprendí que todo lo que me pasaba era lo normal, pero había demasiada gente, demasiadas madres, padres, abuelas, más de 50 personas, estaba abarrotado y era agobiante.

Cuando Xoubiña tenía diez días fui a una reunión de Multilacta en la cocinita de Chamberí y mucho mejor. Eran reuniones de muy poquitas madres, algún padre venía pero nunca fuimos más de 7 o 10 personas. Allí conocí a Vanessa, MI asesora de lactancia. Un amor de mujer la mires por donde la mires, preciosa por dentro y por fuera. Siempre dispuesta a ayudar, responder las dudas, darte ánimos y soluciones para todo. Recuerdo que llegué llorando y no tenía ningún problema salvo el cansancio e inseguridades típicas de los primeros días, unas palabras de ánimo y una palmadita en la espalda eran lo único que necesitaba. Desde aquel día no volví a darle un biberón hasta que volví a trabajar. Me despidieron del curro y volví a las reuniones, ya sólo por escuchar, me volvieron a admitir en la empresa y me despedí igual que llegué, llorando unas lagrimitas.

Digo que Vanessa es MI asesora de lactancia no sólo por lo bien que suena, que suena muy bien Dice mi asesora de lactancia que...( No me puedo permitir una personal shopper pero tengo una asesora de lactancia! Ole!) Es mi asesora porque siempre me ha asesorado, tanto en las reuniones como por wachap. La llamé agobiada cuando murió mi madre para preguntarle si se podía cortar la leche por pena, frase que me habían repetido numerosas veces en el tanatorio. La escribí cuando la pediatra me dijo que “estaba estropeando el metabolismo de la niña” y en otros casos puntuales en los que he necesitado consejo.

Y yo la veía en aquellas reuniones con una niña de dos añitos que se enganchaba y desenganchaba constantemente y decía “Esta no, la otra” y cambiaba de teta y yo pensaba ni loca llego yo a los dos años de lactancia, vamos, con lo que me está costando que salga bien los primeros días! 

Pues sí, sorprendentemente hemos llegado. Dos años de lactancia… y lo que nos queda! Mientras ella quiera y yo me deje…

Ha salido todo bien en el sentido de que no hemos tenido grandes problemas, salvo la cándida aquella tan dolorosa, pero que encontramos ayuda y solucionamos rápidamente. Bien en el sentido de que le sigue encantando y se pone como loca cuando me quito la ropa, que les canta “Campeonas, campeonas, oe, oe, oe” y yo me muero de risa, les hace pedorretas, dice “Te quero teta” y les da besos. Todo eso cuando se desengancha porque lo normal es que primero se tire hacia ellas como una loca.

Ahora además de cariño, consuelo y alimento también son un juguete para ella. Le da teta a sus muñecos, mientras ella se engancha a una me pone a Peppa Pig en la otra y yo pienso… Lo que me faltaba!

No tan bien en lo que se refiere al cansancio, estoy muy cansada, llevo dos años sin dormir más de 2-3 horas seguidas, hoy en día sigue pidiendo varias veces de noche. Y cuando digo varias digo que por lo menos son 3 o 4 en un día bueno, si tenemos en cuenta que duermo unas siete horas, me sale una estadística de sueño desastrosa. Esas madres que dicen que no se enteran si mama o no durante la noche me causan una envidia tremenda, yo me despierto siempre, a veces consigo dormirme durante, pero despertarme me despierto seguro.

Nunca creí que duraría tanto mi lactancia y estoy agotada, pero me siento incapaz de destetar. Me encantaría que ya no quisiera más, tendría unos sentimientos encontrados, seguro, pero no me veo capaz de quitársela yo a propósito, de negársela y que lo pase mal la pobre chiquilla. Lo de “no ofrecer, no negar” no me funciona, significa que cuando quiere, quiere y cuando no, no, que es exactamente lo mismo que sucede ahora.

Aunque no he tenido que oír comentarios negativos porque me muevo en círculos cerrados en los que ya todos me han visto dar teta mil veces, empieza a darme cierta vergüenza hacerlo fuera de casa e intento convencerla para aplazarlo. A veces cuela y a veces no, pero es un pasito al menos.

Comentarios desafortunados sí he oído, desagradables no, pero a veces sí me han dicho desconocidas que si ya no alimentaba y tal. Yo les doy la razón en todo. Si quieren una asesora de lactancia, que llamen a Vanessa, no estoy yo para enseñar a nadie y menos si no quiere!

Amigos, de buen rollo, sí me han preguntado lo típico que hasta cuando pensaba darle teta. Pues no sé, mientras ella quiera y yo me deje… es lo que les respondo siempre. No tiene pinta de terminar pronto, la verdad. Parrulín, que es un mayorzote de 6 años, sigue tomándose un biberón después de cenar. Hemos intentado cambiárselo por un vaso, hemos intentado “olvidarlo” en Madrid cuando fuimos a Galicia, pero el muy cuco (algo habría oído o algo se habría olido) había metido dos en su mochila de los juguetes. Dos!

Y yo pienso, ¿si fuera de teta seguiría todavía? Y volvería a contestarme a mí misma que no, ni loca, con seis años, ni hablar! Pero lo diría con la boca chica, por si acaso, que yo creo que no pero nunca se sabe. Mientras ella quiera y yo me deje…

Mamá de Parrulín y de Xoubiña, lactante.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Bichos y demás parientes



Otro genial libro de Gerald Durrell, y con un título que también me viene al pelo para contar cómo ha sido este verano, por segunda vez, en este caso lo referente a los bichos.

Comencé el viaje a Galicia con dos niños, un marido y dos bichos palo. El bicho palo inicialmente se llamaba Adolfo, pero su nombre evolucionó a Palito porque unos días antes del viaje nació Palito-Palito y a los pocos días de llegar nació Palito-Palito-Palito. Esperábamos con ansiedad el nacimiento del siguiente, que sería… ¿adivináis? Siiii!!! Palito-Uve, pero ese nacimiento todavía no se ha producido. Están todavía los huevos en el hábitat, por si sale alguno atrasado, pero la verdad ya no creo que salga. Como decía que podían tardar hasta dos meses en salir seguimos esperando.

Esto me recuerda al larguísimo viaje de ida, Parrulín descontando los kilómetros que quedaban en números romanos, desde el 256! Uf! Qué estrés por Dios! Es lo que tiene un niño de altas capacidades, que cambias el veo-veo de toda la vida por descontar los kilómetros en romano. El viaje de vuelta fue en romano también, si, y si alguien lo dudaba los bichos palo volvieron a Madrid, no pudimos convencerle para dejarlos en libertad.

Dejábamos los bichos palo en la habitación de Parrulín y cuando hacía bueno sacábamos el hábitat a la ventana. Un día dice Parrulín “Papá, echa por favor en mi habitación el flush de las moscas, que hay muchas. Recuerda que debes sacar los bichos palo antes, no vaya a ser que se mueran.” Mi santo y yo nos miramos con cara de Oh, oh! Ya habíamos usado el flush otros días sin acordarnos de los bichos palo. Cuando el niño salió al jardín corrí a comprobar si estaban vivos, al menos dos sí lo están, el tercero nunca consigo encontrarlo, puede que muriera con el flush, o que se esconda muy bien, no sé, porque tampoco encontré el cadáver. Puedo decir que, afortunadamente, todavía tenemos al menos dos. Y me pregunto varias cosas ¿El flush matará de verdad a moscas y mosquitos o sólo los ahuyenta para que se vayan? ¿Y entonces por qué no ha matado a los bichos palo?¿Serán inmunes los bichos palo al flush? ¿No deberían advertirlo en la etiqueta? Atención: Este insecticida sirve para todo excepto para bichos palo. Algún ciempiés intruso sí hemos matado con flush. ¿Cuántos pies tiene un ciempies? Bueno, yo es que soy mucho de preguntarme cosas. Así me va.

El siguiente en darse de alta en la familia fue Rodolfo, muy majo, era un escarabajo de la patata que hizo ponerse histérico a Parrulín al encontrarlo en su bañador, pero que luego hicieron amistad y se volvieron inseparables durante unas cuantas horas. Jugaron juntos con la arena, Parrulín lo enterraba y el otro salía airoso de la prueba. Ese día ni siquiera se bañó de lo entretenido que estaba con Rodolfo. Le causó un gran pesar tener que despedirse de él, y un gran disgusto que yo le obligara a dejarlo en libertad.

Un día Parrulín encontró un cangrejito en la playa, chiquitito, estuvo jugando con él toda la mañana hasta que le obligué a dejarlo en libertad también. Momento en el que viene llorando desde la orilla, lleno de pena porque sin querer le había arrancado dos patitas y cómo iba a sobrevivir sin dos patitas! Se lo comería otro cangrejo más grande! Cómo iba a enterrarse en la arena si le había arrancado las patitas de atrás! Mi santo le convenció de que le volverían a salir pero estuvo ahí unos días preocupado por su cangrejo cojo. De este no recuerdo el nombre, lo siento.

Otro día fuimos a las rocas y Parrulín se empeñó en traerse un montón de cangrejos a casa en un cubo. Algunos eran considerablemente grandes, algunos de los grandes para mí que eran nécoras, pero eran pequeñas para comerlas y tampoco nos vamos a arriesgar. Accedí con dos condiciones, una era devolver inmediatamente al agua las que fueran hembras y tuvieran huevos y la otra que el resto se quedaban sólo un día en casa, al día siguiente los dejábamos en libertad. Bueno, pues allí los tuvimos en un barreño con agua de mar en el jardín. A la mañana siguiente alguno había muerto, pero en general su estado de salud era bastante aceptable. 

Xoubiña se acercaba al barreño a curiosear pero con cierto respeto. Cuando no se movían les gritaba: “Despieta cangejo!” Frase que también repetía cada vez que veía unas nécoras, bueyes de mar o centollos en la vitrina de un bar. Se ponía a mirarlos y les gritaba “Despieta cangejo!” Estaba muy graciosa.

Aquel día bajé el barreño grande a la playa para devolver a los cangrejos, a partir de entonces Xoubiña decidió que era mucha mejor idea sentarse dentro del barreño lleno de agua que meterse en el mar, y tuve que ir siempre a la playa con barreño incluido. Sí, sí, además de las toallas, crema, cubos, palas, rastrillos, carretilla, flotadores y todo lo que se les ocurriera.

Al ir a tomar un café encontramos un caracol. Oh, maravilla, un caracol! Cómo se emocionan a veces los niños con las cosas más simples. Todo el día observando al caracol. Parrulín no dejaba acercarse a la niña por si acaso lo estrujaba sin querer. Se llamaba Tomás el caracol. El pobre también tuvo un final dramático bajo un pisotón involuntario de Parrulín. En realidad creo que de involuntario tuvo poco, pero en fin, prefiero creer que sí.

Un día de noche encontramos un ciervo volador. Dios qué grima! Un asco terrible me dan a mí estos bichos. Aunque nunca los había visto en Galicia había muchos cuando iba de campamento a Comillas y desde entonces que me dan pavor. Es como una cucaracha a lo bestia, pero con cuernos. Se lo enseñamos a una amiguita de Parrulín que nos dijo que allí les llamaban vacaloura. Conseguí que lo abandonara allí y no llevarlo a casa con la amenaza de “O el bicho o yo!” Menos mal que gané yo! Uf! Nota mental: A la próxima, no te arriesgues con esta frase, por si acaso.

Consulté la wikipedia en gallego, que sí, que hay una gl.wikipedia, (yo flipo) y descubrí que las vacalouras o ciervos voladores eran muy usados para protegerse de las meigas y del mal de ollo, colgados sobre el pecho en una bolsiña creían incluso que los protegía contra el raquitismo (y flipo más todavía). También echan el cuerno en el agua en la que se amasa el pan a modo de levadura, para que suba más, (aggggg!), si pones un cuerno de estos en una sortija y le das de comer a los cerdos con la sortija puesta no enfermarán, (sí hombre!), el agua de cocerla cura la mordedura de una cobra o cualquier animal ponzoñoso (mira, cuéntaselo a Frank de la Jungla) y si la cueces con ruda y otras plantas se obtiene un hechizo de amor (para mí no haría efecto). Vamos que parece muy útil el ciervo volador, vale para casi todo, pero a mí me sigue dando una grima terrible.

Cada vez que Parrulín encontraba un bicho llamaba a su padre a gritos que conoce a todos los bichos por su nombre, lo que come cada uno y todo eso. Pero yo no llego a tanto, ni quiero. Si me tocaba a mí responder le decía que era un coleóptero si era tipo escarabajo o un miriápodo si era tipo lombriz. Al principio le convencía, pero luego ya no. ”Pero si es diferente del que ayer me dijiste que era un coleóptero!” Bueno, hijo, pero es de la familia. “Y no sabes decirme nada más?” Mmmmm… que es asqueroso? que te prohíbo terminantemente meterlo en casa?

Creo que con este muestrario de bichos, y el de ayer, hemos terminado con las altas y bajas animalarias producidas este verano en nuestra familia. Unos salieron mejor parados que otros, pero los niños disfrutaron de los animales y algo habrán aprendido de ellos. Yo no soy muy de bichos, la verdad, procuro llegar a un acuerdo amistoso con ellos y que no entren en casa.

Nos queda una duda, nadie ha sido capaz de decirnos a qué animal corresponde esta aleta encontrada en la playa. Tiene como unas uñitas retráctiles. Sé que sólo es una aleta y no da muchas pistas pero ni los habitantes de allí supieron darnos respuesta. A unos diez metros de allí había lo que parecía una manta raya y puede pertenecer (o no) al mismo bicho, creemos que no. 

Sabios bloguer@s ¿alguien sabe de qué animal es esto, con esos garfios o uñas raras que tiene?







Mamá de Parrulín y de Xoubiña, coleóptera.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.

martes, 26 de agosto de 2014

Mi familia y otros animales



Genial libro de Gerald Durrell, y con un título que me viene al pelo para contar cómo ha sido este verano. 

El mal tiempo predominante nos ha ido obligando a ampliar la familia con otros animales. Xoubiña, por cierto, sigue emocionada con la visita a Faunia y dice mucho “A-ni-ma-les!!!” Así, en plan Carlos Sobera pero moviendo la manita para dar énfasis. Eso quiere decir que juguemos a decir animales y cada uno dice uno. Está muy simpática la chiquilla, pero eso será otro post.

Uno de los primeros días estaba mi santo esposo podando un enorme arbusto del jardín, o eso decía él, porque la realidad es que le pegó un tajo que lo dejó por la mitad al pobre arbusto. Y dentro descubrió que había un nido con dos pollitos. Cada vez que pasábamos por allí, que era muy a menudo, tenía que aupar a un niño y a la otra para ver a los pollitos. Era curioso que siempre había uno dormido y otro despierto, igual se turnan por aquello de que la naturaleza es sabia, porque nunca vimos a los dos dormidos ni a los dos despiertos, y nunca, nunca vimos a la madre, ni de día ni de noche. Puede que la asustáramos y no volviera o que nos esquivara hábilmente. Unos días después desapareció un pollito, quiero creer que voló, la realidad es que ya estaban criados los dos, y el otro se quedó posado en el borde sin moverse, mirándonos con cara de mala leche. Veinticuatro horas estuvo allí el tío, como de guardia, sin moverse, mirándonos con cara de mala leche. Hasta que desapareció también! Aquí el bicho en cuestión, un tordo con mala leche:

  
Visto el éxito de los pollitos y recordando mi infancia decidimos comprarles a los niños dos patitos, no sin antes confirmar a quién podíamos dárselos cuando nos marcháramos. Eran monísimos los patitos, gemelos idénticos que tenían hasta las mismas manchas, imposible diferenciarlos. Parrulín fue el encargado de buscar el nombre para uno de ellos, y el hijo de los vecinos, un poco más pequeño, para el otro pato. Al día siguiente Parrulín había elegido Pablo y el vecino Juan. Así se llamaron los patitos y así de bonitos eran:



Xoubiña los miraba mucho aunque no se atrevía a tocarlos, y les decía “Pato, come!” Parrulín se empeñaba en cogerlos constantemente, los agobiaba sobremanera. A veces cogía uno y se lo daba a su hermana que retiraba la mano asustada y se quejaba que el pato le había picado un dedo. Si me descuidaba un instante, Xoubiña estaba intentando comerse la comida de los patos, y si me descuidaba otro, Xoubiña estaba dándole a los patos su comida. Muy compartido todo.

Qué lata nos dieron los patos! Eran muy pequeñitos y no me atrevía a dejarlos en el jardín toda la noche. Aunque confiaba en que la naturaleza les indicara que debían meterse en un arbusto o similar para buscar cobijo, no me fiaba yo mucho del instinto de los patitos y cada noche los metíamos en casa antes de salir a cenar. Pescarlos por el jardín era toda una odisea, Parrulín los asustaba para que salieran y yo los cazaba. Cómo corrían los patos!

Una tarde empezó a llover, una combinación de pereza y confianza en su instinto me impidió salir a buscarlos. Cuando escampó y salí al jardín no los encontraba por ninguna parte. Hasta que los encontré debajo del seto, empapados, tirados en el suelo y sin moverse. Uno casi muerto y el otro prácticamente. Cogí al más vivo y estuve secándolo y calentándolo con una toalla. El otro, la verdad, no daba un duro por él y pensé no cogerlo pero en seguida me arrepentí y lo cogí también. Parrulín secaba al más vivo y yo al más muerto. No se sostenían en pie, estaban fatal. 

Montamos una uvi de patos, metidos entre toallas y papel de cocina, y con un calefactor para darle calorcito pero no salían adelante, seguían sin mantenerse en pie. No querían comer ni beber, sólo estiraban el cuello tumbados contra el suelo. Le pregunté a mi santo ¿Vivirán? Yo de patos no sé, pero me parece que no. Poquito a poquito fueron mejorando. ¿Vivirán? Si pasan la noche puede que sí. Bueno, pues sí, pasaron la noche y al día siguiente estaban como nuevos.

Una semana más tarde al ir a cazar los patos para meterlos dentro de casa no encontramos más que a uno. ¿Dónde estará el otro? Se habrá ido de picos pardos! (Jejeje) O eso, o se lo habrá comido un animal. Aunque ya no confiaba en su instinto después de la mojadura que casi se los lleva por delante no tuve más remedio que abandonarlo a su suerte porque no lo encontraba por ninguna parte. Al día siguiente saqué al pato para que encontrara a su hermanito, pero nada, tampoco lo encontraba su hermanito. Bueno, pues se habrá independizado! Dos días después lo encontré, ni instinto, ni independencia, ni nada, murió. No sé cuándo, ni cómo, ni por qué, pero murió. Entre el tiempo que tardé en encontrarlo y el tiempo que tarde en confesárselo a Parrulín para que no se pusiera triste ya no pudimos ni celebrar un funeral ni nada, las hormigas ya habían procedido a limpiar el cadáver. Una lástima, pobre pato, descanse en paz.

El pato que quedaba se llamó Juan Pablo, obviamente, y se quedó con nosotros hasta el último día. Las dos últimas noches no había conseguido cazarlo y había dormido fuera, y sobrevivido. Ya era más mayorcito y además el tiempo había mejorado. El último día, con la casa cerrada y el coche cargado de maletas y de niños teníamos que cazarlo por última vez y dejarlo en el barreño para que lo recogiera el señor que me cuida la casa. Situación surrealista donde las haya, mi santo y yo persiguiendo el pato por el jardín y muertos de risa. Cada vez era más difícil cazarlo! Hasta me dio pena dejarlo en casa, pobre pato, ya le tenía cariño. No sé si este señor se lo comerá por Navidad o si le dará una buena vida, y prefiero no saberlo por si acaso no me gusta la respuesta.

Mucho mamá de Parrulín pero luego como mamá de patos, un absoluto fracaso. Yo pensaba ¿por qué no me tienen impronta? Cuando era pequeña y nos compraban patitos estos perseguían a mi abuela allá donde fuera. Era muy gracioso. Hasta bajaba a la playa y los tres patitos iban detrás, subía y los tres patitos detrás, iba a buscar algo al garaje y los tres patitos detrás. Yo les he dado siempre de comer a los míos y además les salvé de una muerte segura cuando la mojadura, aunque luego se me muriera uno, pero han resultado ser unos desagradecidos y unos descastados. Ni impronta, ni comer de mi mano, ni nada de nada. De hecho, cada vez escapaban más de mí.

Mañana seguimos con otro libro de Gerald Durrell, Bichos y demás parientes, que por hoy ya he tenido suficiente. 

Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.

lunes, 25 de agosto de 2014

Se acabó lo bueno!



Como siempre lo bueno se acaba, y como siempre demasiado pronto, hoy es mi primer día de curro, no me quedan días libres hasta… no sé… Navidad? Mejor no lo pienso para que no me dé un yuyu. Lo cierto es que hoy me he levantado a las seis de la mañana y me he ido a trabajar en el cercanías con la extraña sensación de no tener uno o dos niños a mi lado por primera vez desde hace cuatro semanas. Con esa sensación de ¿me he dejado a los niños en casa?

El verano bien, gracias, aunque corto. Los mitos? Pues mitos son, qué se le va a hacer, alguno se ha cumplido, pero pocos, aunque ya contaba con ello. Empezamos por ahí.

Mito #1 El verano es para descansar
Pretendía dormir todos los días hasta tarde, la realidad es que no ha habido un solo día en el que me despertara cuando hubiera acabado de dormir. Si algún día me dejaran puede que despertara a la hora de la cena... del día siguiente!

Mito #2 Daré largos paseos a la orilla del mar
Hemos dado alguno, sí, aunque no demasiados, objetivo a medio cumplir. Tampoco el tiempo ha acompañado mucho.

Mito #3 Me relajaré tumbada en la playa
La verdad que no ha sido tan terrible como pensaba, se han entretenido mucho en la playa, con la arena, con los cangrejos… No se bañaban más allá de la rodilla por frío y aunque tumbarme, lo que se dice tumbarme no ha sido posible, ha sido bastante relajado lo de ir a la playa.

Mito #4 Me bañaré todos los días
Jajajaja! Este va a ser que no, entre lo fría que está el agua y que meteorológicamente no ha sido uno de los mejores veranos, pues no, no me he bañado demasiado.

Mito #5 Me pondré morena
A pesar del tiempo que hemos tenido he conseguido ponerme morena, sí, un poco al menos, objetivo conseguido! (Un secreto: Hay una crema del mercadona que tiene como brillito parece que estoy más morena de lo que estoy en realidad. Ssshhhhhhh!)

Mito #6 Leeré un buen libro tumbada en una hamaca en el jardín
Este mito absurdo empezaba con la ausencia de una hamaca, no he tenido tiempo de ponerla, lo dejamos pendiente para el próximo año. He leído sólo medio libro, a ratitos antes de quedarme dormida. Con lo que yo he sido!

Mito #7 Realizar un montón de planes pendientes
Ni uno, oye, ni uno, ni siquiera la excursión al monasterio que está a poco más de 10 km, hemos estado en casa, en el jardín, en la playa, en mercadillos, en la feria y en bares. Bueno, he ido al cine con Parrulín a ver Dragones 2, no sé si cuenta.

Mito #8 Salir a correr por la playa
Uy, este sí, salí a correr… Un día! Con Parrulín! Llegamos tan agotados y fue tan cansino durante todo el camino sin parar de hablar que no volvimos a repetirlo. Parrulín, se corre callado, ca-lla-do!

Mito #9 Terminar mi novela
Ni una letra, señores, ni una. Pero se lo he dado a leer a una amiga y le ha gustado mucho, o eso dice al menos!

Mito #10 Quitarle el pañal a Xoubiña
No lo hemos hecho, ni siquiera lo hemos intentado, porque cuando pide ir al baño la llevo, pero siempre lo pide sospechosamente después, así que no me he arriesgado. La llevo cuando lo pide y la veo concentrarse hasta que dice “No, no sale”

Los planes que sí prometía cumplir se han cumplido, casi todos, por lo menos a medias.

Plan #1 Comer rico, rico y regarlo con buen albariño
Cumplido, con creces, como prueba los kilos de más me he traído de vuelta.

Plan #2 Hacer queimadas por la noche y pedir deseos a las estrellas fugaces
Hicimos al menos dos queimadas. Con lo que yo he sido! Las estrellas fugaces se fugaron detrás de las nubes. Creo que mi santo vio alguna, pero yo no.

Plan #3 Perseguir luciérnagas y gamusinos en el jardín
Este queda pendiente, luciérnagas no encontramos este año, los gamusinos ya no cuelan. Cuenta perseguir patos? Esto os lo cuento otro día.

Plan #4 Enseñar a Parrulín a botar una pelota
Bueno, la bota, más o menos, más bien menos que más, en baloncesto tendrá mucho que aprender. Tampoco pretendía convertirlo en Romay de la noche a la mañana!

Plan #5 Recoger piedras y conchas en la playa para seguir llenando mi jarrón
Conseguido! Y aún queda jarrón para años y años.

Plan #6 Dormir alguna siesta cuando los niños lo permitan
Conseguido! Algunas veces me lo permitieron los niños y otras mi santo esposo.

Plan #7 Disfrutar del tiempo compartido con mi santo, si puede ser a solas, mejor
Lo de estar a solas fracaso absoluto, ni un momentito oye, ni uno!

Plan #8 Rebuscar en los mercadillos de mi pueblo y de los pueblos de alrededor
Conseguido! Tenía ya hasta un listado martes allí, viernes aquí, sábado allá… Dónde vamos a hacer la compra? Hoy allí que hay mercadillo, ya que vamos…

Plan #9 Cuidar con amor el árbol que plantamos para mi madre
Está ya tan alto como Xoubiña! Que no es que sea muy alta mi pequerrechiña, pero que para un árbol lo veo yo todo un record de supervivencia. Para mí que este ya tira para arriba, aunque nunca se sabe.

Plan #10 El más importante: Soñar, amar, recordar y sanar
He tenido tiempo para todo esto, sí, aunque hay heridas que nunca cierran y cicatrices que sangran para siempre, ha habido también algunos momentos en los que he podido contemplar el pasado con una sonrisa.

Mamá de Parrulín y de Xoubiña, currante.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.