viernes, 30 de septiembre de 2011

Un día de junio


Día 1
Tras de nueve meses y medio de embarazo…

A las ocho de la mañana vamos una vez más a monitores, una vez más con la maleta a cuestas, ya habíamos perdido la cuenta de la de veces que hicimos ese viaje. No hay contracciones, ni dilatación, ni nada. Amor mío, estás perfecto, y yo también. No estamos preparados para nacer, ninguno de los dos, pero por lo visto no podemos retrasarlo más. A las diez de la mañana, esperábamos nerviosos el ingreso en maternidad para provocar el parto. Nos dieron la habitación 210, me puse el camisón sexy del hospital. Vaya! mis preciosas las zapatillas nuevas no me caben de lo hinchados que tengo los pies, pedimos unas tijeras y las cortamos por la mitad. Qué desastre, mis zapatillas nuevas! Pues no me había dado cuenta de que estuvieran tan hinchados! Yo estoy nerviosa, pero por lo demás como una rosa.
Llega la matrona, que ya no me cayó bien, flechazo a primera vista, pero flechazo en toda la frente le hubiera dado, lo primero que me dice es que no puedo comer y que no me preocupe, que como es provocado voy a parir como las señoras. ¿Como las señoras? ¿Eso qué significa? Mire, señora lo será usted, yo prefiero parir como las vacas, la verdad. Ese fue mi primer pensamiento. No me gustó, yo quería un parto natural y lo que me dijo me sonó a cualquier cosa menos a natural. Lo veía venir. Pero como soy tan educadita no le dije nada.
Empezaron con el protocolo estándar. Lo primero, el enema, muy agradable esto, me dice que espere cinco minutos, al llegar a los tres tuve que salir corriendo al baño, con las zapatillas rotas, haciendo equilibrios, y al tirar de la cadena… se rompe! Empieza a salir agua del baño, llamo a la enfermera pensando que me cambiarían de habitación, acababa de llegar y además era un hospital privado, pero en lugar de eso, vino un fontanero y se tiró allí media mañana para arreglarlo, eso sí, muy silencioso el pobre hombre.
Me ponen la vía en la mano, me monitorizan y empieza a caer la oxitocina. Yo me pongo a llorar, no lo había imaginado así. “Estamos envenenando a nuestro bebé” y papá hace todo lo posible por calmarme. Al rato viene la matrona del flechazo con una aguja enorme. Te voy a romper la bolsa. Noooooo, me niego y se va algo enfurruñada. Papá se acuerda de repente que ha pedido gas y no ha sacado la bombona y me dice… que se marcha! Que enseguida vuelve!
No tardó mucho, me quedé sola, ya que no quería contar nada ni alarmar a mi madre hasta que no estuviera avanzada la cosa. Sola no, en realidad con el silencioso fontanero. Vuelve a visitarme la matrona del flechazo y vuelvo a negarme a que me rompa la bolsa, se va otra vez enfurruñada, ya tengo claro clarísimo que no nos vamos a llevar bien, pero nada bien. La visualizo en plan Guillermo Tell, con mi puntería fijo que la manzana quedaba entera. Cuando volvió papá ya marcaban contracciones pero ni me duelen ni las noto. Los monitores marcan tu corazoncito, caballito desbocado, no tienes sufrimiento y yo estoy nerviosa pero me siento bien. El silencioso fontanero, que no dio lata ninguna el pobre, se retira y viene una limpiadora para solucionar el desaguisado, silenciosa también. Menos la matrona del flechazo, el resto son todos muy silenciosos y respetuosos.
Papá ha venido cargado de chocolatinas, le digo que no puedo comer y me dice que si quiero comer, que coma, que la naturaleza es sabia, y me paso toda la mañana comiendo chocolate. Mmmmm… Papá se duerme un rato en el sofá. Continúan las contracciones que ni siento, ni me duelen, ni son efectivas ni nada de nada. Continúa tu corazón como un caballito desbocado y sin sufrimiento. Me acaricio la barriga, te cuento que ya queda poquito para vernos, que siento muchísimo tener que envenenarte, pero que es para vernos pronto.
Son las cinco de la tarde, vuelve la matrona del flechazo y me convence de que si me dejo romper la bolsa se va a acelerar el proceso y las contracciones van a funcionar mejor. Tengo dilatación cero, no me duele nada aunque marca muchas contracciones, tu corazoncito está estupendamente. Como ya lo había hablado previamente con papá, me dejo romper la bolsa con un dolor espantoso y recuerdo que si hace unos días la ginecóloga llegó a tocarte la cabeza sin hacerme ningún daño porqué esta señora me hace tantísimo daño. Hoy pienso si también aprovechó, sin mi consentimiento, y me rompió las membranas. Imagino que sí.
Es ahora cuando me pongo a llorar y decido que ha llegado el momento de llamar a mi madre y la pobre se presenta en el hospital volando. Mi madre me tranquiliza, me anima y me calma como sólo las madres saben hacerlo. Siempre la he querido y valorado muchísimo a mi madre, pero desde que supe que iba a ser madre estos sentimientos se multiplicaron.
Son las seis de la tarde. Viene la ginecóloga, sigo con dilatación cero, y decide que lo mejor es ir a cesárea, que va a prepararlo todo. Sólo accedo con la condición de que entre el papá conmigo y se lo consienten. Yo me pongo a llorar porque no entiendo nada. No me duele nada, no siento las contracciones aunque las tenga, no hay sufrimiento fetal… ¿por qué cesárea? Imagino que era una buena hora para marcharse a casa la ginecóloga y todo su séquito. Antes de irnos papá llama a su familia para avisar que estás en camino.
Son las siete de la tarde y me llevan al quirófano. Me toca un anestesista muy hablador, estoy muy nerviosa y me dice que la epidural no duele, pero a mí lo que me preocupa no es la epidural, ni el pinchazo, ni nada, sólo que estés bien. Había leído que dolía la epidural, pero me daba igual, es un momentito por mucho que duela. “Te voy a enseñar la aguja” “No gracias” Se empeña y me enseña una aguja de anestesia pequeñita, pequeñita, miro a papá, sonreímos, y le dejamos creer que me ha engañado. Me inclino con la ayuda de papa porque si no hubiera volcado. La camilla del quirófano es estrechísima! Imagino que con esa aguja pequeñita anestesió la zona antes de ponerme la gorda porque no me duele nada de nada ni noto el pinchazo.
El anestesista insiste en preguntar cómo te vas a llamar, pero no lo sabemos todavía. Nos pregunta de dónde somos y le decimos que de un pueblo de Galicia, y resulta que su hermano es de ese mismo pueblo! La ginecóloga llega al final de la conversación, oye el nombre del pueblo y nos dice que su madre es de allí. Pues ya es casualidad! De repente todo el quirófano ha estado en mi pueblo, a 700 km de allí! Es un poco surrealista este parto.
Tu padre se va a vestirse de verde mientras me atan a la camilla y me preparan. Ya no siento las piernas ¿por qué me atan si no puedo salir corriendo por mucho que quiera? Ojala, tengo ganas de decirles a todos que ya no les molesto más, que gracias, que ya volveré otro día. De hecho creo que lo hice pero no me dejaron. El anestesista hablador me cuenta que es abuelo y se empeña en enseñarme fotos de su nieto en su móvil. A mí me parece cada vez más surrealista todo. Yo tumbada y atada, rodeada de gente de mi pueblo, el anestesista hablando sin parar y yo que sólo le veía los ojos, muy azules, enseñándome las fotos de su nieto, de ojos azules también. “El nieto ha sacado tus ojos” le digo, por si se calla, pero no, va y se anima. No parará de hablar en todo el proceso.
Llega papá, le sientan en una esquinita a mi lado, en un taburete, imagino que por si acaso se desmayara, llegan todos los demás y comienza la cesárea. No me duele, pero noto cómo me rajan, cómo revuelven en mis tripas y como si me tiraran de los intestinos para sacarte. No recuerdo haberte oído llorar. Me dicen que eres un gordito precioso, te enseñan ¿por dónde? ¿dónde está? No lo veo! Ah, por encima de la mampara y te llevan con el pediatra. No sé cuánto tiempo pasa, pero se me hace eterno. Mientras tanto noto como hacen cosas en mis tripas, no duele, pero se nota, y muy agradable no es. Pregunto mil veces como estás.
Llega el pediatra contigo en brazos y le pregunta a papá si es médico, imagino que verlo en quirófano, durante la cesárea y vestido de verde debió de darle alguna pista. A mí ni me mira, y le dice en términos médicos incomprensibles que el niño tiene un no-se-qué, a mí se me para el corazón y grito ¿QUÉ TIENE? Y papá me dice, nada mujer, un antojo. Ah bueno! Ha sacado 9-10 en el test de Agbar. 3.950 kg. Eres un campeón, mi amor. Te dejan en brazos de papá y le dicen que se vaya a la habitación, que terminan de coserme y me llevan enseguida.
Noto todo lo que me están haciendo aunque no me duela, oigo un aspirador y le pregunto a la ginecóloga si es un aspirador y me dice que sí. Si me pasan un aspirador por la barriga, qué limpia voy a quedar! Ya que están, podrían pasarse por casa. Mientras me cosen me empiezo a marear y tengo ganas de vomitar, el anestesista hablador me dice que vomite pero ¿cómo se vomita tumbada? Pues hacia un lado, al suelo. Venga, vale, y vomito en todo el suelo del quirófano. Terminan de coserme, me limpian y me cambian el camisón “Póngame decente que va a venir mi suegra” le digo a la enfermera, se ríe. Se van todos, pero por haber vomitado me dejan esperando unos 10 o 15 minutos en ¿la sala de recuperación? Nooo, en el pasillo de quirófanos y sola. Muy profesional todo.
Veo a mi madre a través de la ventanita de la puerta, de esas redondas, tipo barco, y nos saludamos con los brazos. Cuando salgo es la única que estaba esperándome, el resto parece que se ha olvidado de mí, sólo están pendientes de ti, pequeñín. Me emociona profundamente el amor de mi madre, como tantas otras cosas de ella no olvidaré nunca que era la única que me estaba esperando al salir de quirófano.
Cuando por fin llego a la habitación encuentro al reciente papá contigo en brazos y mi hermana, reciente tía, emocionada perdida, restos de lágrimas en la cara de los dos y persianas bajadas para que no te molestara la luz. Por fin te acercan a mí, te ponen a mi lado, pero es muy difícil porque no puedo incorporarme ni un poco hasta que no se me pase la anestesia, sólo puedo mirarte y acariciarte un poco. Aunque de cerca no enfoco bien, noto tu calorcito.
Al rato empieza a llenarse de gente, mi madre, mi hermana, mi hermano, mis suegros, varios amigos… parece el camarote de los hermanos Marx y aún no se me han despertado las piernas. Unos buenos amigos vienen cargados con una enorme bolsa llena de jamón y lomo, con la teoría de mi marido que la naturaleza es sabia y que si quiero comer, que coma, me hincho a embutidos sin tener despiertas aún las piernas, y me sabe a gloria después de tanto tiempo. Jamón, qué rico, lomo, qué rico, chorizo, qué rico!
Y llega el momento de quedarnos solos los tres, el mejor momento del día. Pero dura poco. A las doce de la noche viene una enfermera que dice que como no tengo leche y no me puedo mover que te llevan al nido, que viene a recogerte en un rato. “Ay, cariño, y si nos lo cambian?” le pregunto. Y el reciente papá decide hacerte una marquita con boli detrás de la oreja para comprobar que seas el mismo. Son las doce de la noche y se acaba el día.
El reciente papá duerme como un cesto en el sofá, ronca como un camionero, la reciente mamá sigue enchufada a la oxitocina para que se contraiga bien el útero, duele un poco, poco, pero no puedo dormir y recuerdo pasar toda la noche pensando en tu carita y en cómo me coge la mano un bebé tan chiquito. Con la sensación de tener tu manito alrededor de la mía todavía. Todo un cúmulo de sensaciones. Sólo quedan seis horas para volver a verte.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Una mujer que se lo cree todo (o casi)


Empiezo contando que soy muy fácil de convencer, por ejemplo, a la hora de hacer planes.
¿Te vienes al concierto? Pues es que no me apetece… Venga que te voy a buscar a ti y al niño a tu casa. Vale, voy! (Reina mía, MUA!)
¿Bajas a tomar una caña? Pues es que no me apetece mucho… Anda mujer, vente. Vale, voy! (La vecina)
¿Vamos a merendar a casa de mi madre? Pues es que no me apetece nada... Por favor, vente. Vale, voy! (Mi santo)
También soy fácil de convencer en otros temas, me das unos buenos argumentos y aunque sean falsos caigo de cabeza.
Viaje a Estambul, visita a una mezquita, la qibla, el lugar que está orientado a La Meca, tenía dos pequeños pilares, claramente no estructurales, que podían girar sobre sí mismos. El guía nos cuenta que en caso de terremoto los pilares girarían, desviarían las fuerzas y podría caer toda la mezquita menos la qibla. Casi, casi, me convence. Por favor, que soy arquitecto! Imagino que si no el argumento, la imagen del guía, alto, moreno, turco, guapísimo, tendría algo que ver. Así que pensé, oye, pues igual sí, ¿quién sabe? (Tú que estás leyendo, cuidadito con los turcos, ya sabes)
El libro del Código Da Vinci, de Dan Brown. Casi, casi, me convence. De hecho estuve un tiempo mirando cuadros de Da Vinci para ver si descubría alguna trama oculta, ja, ja. Así que pensé, oye, pues igual sí, ¿quién sabe?
Otro libro que me acabo de terminar, Sanctus, de Simon Toyne. ¿Lo tenéis? ¿Queréis comprarlo? ¿Pensáis leerlo? ¿Sois amig@s o parientes o similar del tal Simon? Si respondes algún sí, sáltate el párrafo, si todas las respuestas son que no, podéis seguir leyendo. Casi, casi, me convence. Después de una trama bien entrelazada, a gran velocidad, de un grupo de gente que está buscando un Sacramento y los que lo protegen, en la última página el Sacramento resulta ser… Eva! Si, si, la amiga con derecho a roce de Adan! Pues ahí la tenían, guardadita en la montaña, y viva todavía, eso sí la sangraban de vez en cuando para que les durara más. Tócate las narices! En este caso no pensé, oye, pues igual sí, ¿quién sabe? Pensé qué tomadura de pelo de libro!
(Nota o más bien desvarío mental: Porque estos dos, Adan y Eva, que yo sepa, no estaban casados! ¿Eso no es pecado? Igual les echaron por eso del paraiso. Y además tuvieron hijos sin estar casados! Si lo sabe el cura de mi pueblo... igual no les bautiza a los niños. Ah, que tampoco estaban bautizados. Claro, va a ser por eso que mató al hermano. Nunca sé quién mató a quien. Siempre me acuerdo de la canción de Sabina "Eva tomando el sol". Tienen dos hijos, uno mata al otro, y se acabó la descendencia. Pues no, esto tampoco lo entiendo, luego salen muchos más, se supone que todos los humanos, no? Mira esto si que no me convence.)

En cuanto al tema de adelgazamiento y tal también me creo casi todo, aunque no lo compro porque siempre me parece o un timo, o carísimo, o peligroso. Y en alguno de los casos varias de estas cosas a la vez.

Voy a mirar un cinturón de esos con vibración que se supone que adelgaza la tripa, pues bien, le digo a la señorita que me lo encienda por favor ¡y me da un calambrazo en la mano que no veas! Ostia, esto da calambre, nena. Claro, ¿cómo suponías que ibas a adelgazar? Pues mira guapa, si tiene que ser en plan electroshock prefiero no hacerlo la verdad.
La noticia del día, las zapatillas Easy Tone de Reebok. Ja, ja, ja. Lo que me he podido reír! 25 millones de dólares tienen que pagar por publicidad engañosa. Ah, ¿Qué creías que sí tonificaba los glúteos? ¿Qué tienes unas en casa? Pues lo siento rica, pero no. Mala suerte. Me tentaron, vaya si me tentaron, pero no me convencía que fueran efectivas y lo que menos me convencía era el precio.
Por cierto, que mi cuñada tiene de las otras, las MBT, o algo así, las de la suela redonda. Otras que me tientan y su precio aleja la tentación, le preguntaré qué tal le va. O no le pregunto, mejor si la próxima merienda a la que me convenzan para asistir veo que está hecha una Claudia Schiffer, oye pues voy y me las compro!
Otro día más.
Sean buen@s y felices!

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Enfados nocturnos

Parrulín es un niño muy bueno, muy cariñoso, con unas salidas rápidas y divertidas y con un enorme club de fans virtual, pero no os creáis que es así todo el rato, no, en ocasiones se enfada y coge una rabieta, como todos. Es cierto que le duran poco y son bastante fáciles de llevar, pero tenerlas ya lo creo que las tiene.
Últimamente me preocupa un poco son sus enfados nocturnos. No son miedos, no son pesadillas, son enfados y rabietas en toda regla! Y nos lleva su tiempo calmarlo porque no entiende que era un sueño. He leído sobre pesadillas, terrores nocturnos (que no es lo mismo y ni se parece) y otras cosas pero nunca jamás he leído sobre una rabieta nocturna.
Algunos enfados nocturnos que hemos tenido han sido los siguientes:
El enfado por un filete, aproximadamente 2:40 am, el niño empieza a retorcerse en la cama diciendo algo que no entendemos. Este la va a liar, fijo. Se despierta gritando y llorando porque quiere comer carne. Me levanto, le acaricio, le tranquilizo y le aseguro que hoy también tendremos carne para la cena (siempre quiere lo mismo). Mi santo se levanta y le veo camino de la cocina ¿Y tú dónde vas? A la cocina a hacerle un filete. No cariño, cómo vas a hacerle un filete a estas horas? Pero no ves que es un sueño? Tienes cada cosa…
El enfado por los cacahuetes, aproximadamente 6:30 am, el niño empieza a retorcerse en la cama diciendo algo que no entendemos. Este la va a liar, fijo. Se despierta gritando y llorando porque un amiguito suyo no le da cacahuetes. Tranquilo mi amor, yo te traigo cacahuetes ahora mismo, duerme mi vida. “Quiero cacahuetes!” Si, mi amor, ahora te los traigo, tu duerme. Mi santo dice: Hay cacahuetes en la cocina, voy a por ellos? No cariño, cómo va a comer cacahuetes a estas horas? Pero no ves que es un sueño? Tienes cada cosa…
El enfado por la excavadora, aproximadamente 4:20 am, el niño empieza a retorcerse en la cama diciendo algo que no entendemos. Este la va a liar, fijo. Se despierta gritando y llorando porque yo no le quiero comprar no se qué excavadora en una tienda. Tranquilo, cariño, que sí te la compro, luego vamos a la tienda y te compro la excavadora. “Es que me has dicho que no me la ibas a comprar” Bueno, si te la compro. “Vamos ahora!” No, mi amor, es muy tarde, mañana cuando salgas del cole. El enfado de la excavadora me llevó bastante tiempo convencerle, porque le había dicho antes que no, a ver cómo la mamá de verdad contradice a la mamá de los sueños. Estaba dispuesta a prometerle la compra hasta de una de verdad! Mi santo: Esta guerra es sólo tuya, yo sigo durmiendo. Tienes cada cosa…
El enfado por la rana, aproximadamente 3:15 am, el niño empieza a retorcerse en la cama diciendo algo que no entendemos. Este la va a liar, fijo. Se despierta gritando y llorando porque tiene una rana en el pañal! Inútil convencerlo de que no hay ninguna rana, al final cambiamos el pañal y lo metimos en la cama con nosotros. Mi santo dice: Eso debe de ser por ir al Retiro. Hombre, si fuera una ardilla, lo entendería porque sí vimos alguna, un pato, un pez, una tortuga, pues bueno, pero una rana, lo que es una rana, en el Retiro no vimos. Tienes cada cosa…
Habéis tenido episodios de enfados nocturnos? Se pueden resolver de alguna forma? El pobre lo pasa mal. Y no es miedo, sino enfados.
Otro día más.
Sean buen@s y felices!

martes, 27 de septiembre de 2011

No pongáis la lavadora un domingo a las siete


Es domingo por la mañana, el plan es quedar con unas amigas y los niños en el retiro, y quedarme a comer de picnic con Parrulín.
Pongo el despertador a las 9:30, por si acaso. Parrulín se despierta a las 8:30, por si acaso también. Abrazos y besos de buenos días, desayunamos, nos vestimos y ya estamos casi listos. Como no entra dentro de mis costumbres matutinas buscar si hay humedades en las paredes o en el techo, no lo hago.
Cojo la bolsa de picnic y empiezo a llenarla de cosas. Busco en la nevera el tupper que iba a rellenar mi santo de noche, veo un tupper con croquetas, 2huevos duros y 2pechugas de pollo, me lo llevo. Veo otro tupper debajo con camarones y otro más que no sé qué contiene, pero imagino que son la cena. Todo preparado y voy a despedirme. Cariño, que nos vamos. ¿Has cogido los tupper? Si, he cogido uno que estaba en la nevera. Pues coge los otros dos. ¿Has preparado tres tupper? Si, tres. ¿Los camarones son para el picnic? Claro. Ah, en mi vida ví un picnic con camarones, pero yo encantada. El otro contiene dos sándwiches, una manzana y jamón del bueno. Tenemos comida para varios días.
Salgo de casa, niño preparado, picnic preparado, cierro la puerta con llave y me dice Parrulín “Mamá, nos han quitado el felpudo” Anda! Pues es verdad. (Nota menta: Aparta de tus pensamientos al machista-debería estar prohibido-señor Recio Pues te confisco tu felpudo!) El suelo está mojado. Pues no sabía yo que fregaran los domingos, será alguien nuevo. El suelo está muy mojado, las escaleras están muy mojadas. Será inútil el nuevo que para fregar lo llena todo de agua!
Viene un chico joven, majo, muy apurado, vecino hasta ahora desconocido del piso de arriba. Mira que he quitado tu felpudo porque estaba todo mojado. Ya veo. (Nota mental: Menos mal que no era el machista-debería estar prohibido-señor Recio) ¿Qué ha pasado? Se me ha roto un manguito de la lavadora a las siete de la mañana (Nota mental: Ya me imaginaba yo que no podía ser bueno poner una lavadora un domingo a las siete de la mañana) y ha estado saliendo agua a chorros, ha bajado por las escaleras como si fuera un río, hasta tres pisos más abajo. Tres pisos! Madre mía! Me parece que para irme al retiro voy a tener que buscar las botas de agua.
Mientras compadezco al chico voy a llamar al ascensor. Miro para arriba y veo tooodo el techo del descansillo empapado y por una de las paredes empieza a caer agua profusamente (Nota mental: Ya uso esta palabra en más ocasiones, ole!) Abre la puerta el vecino de al lado, conocido, hasta ahora poco amigable, y veo su casa absolutamente desecha, el techo, las paredes, el suelo… (Nota mental: Si no fuera porque nunca saluda a lo mejor hasta le ayudaba)
Eh… casi mejor que vuelvo a entrar en casa, a ver si se ha mojado algo. (Nota mental: ¿Y si cojo las botas de agua de para Parrulín?) Mi marido maruja estaba al quite por la mirilla. ¿Qué ha pasado? Un manguito de lavadora. ¿Ves por qué te digo que no hay nunca que poner la lavadora y marcharse? Veo, veo. (Nota mental: Seguiré poniendo la lavadora antes de irme al super, pero no lo haré nunca un domingo a las siete de la mañana, prometido) Le he dicho que no teníamos daños, pero mejor compruebo que no ha pasado nada dentro. Efectivamente, reviso paredes y techo y nos hemos librado de humedades. Vuelvo al descansillo para llamar al ascensor.
Encuentro al vecino de al lado hablando con el vecino de arriba. (Nota mental: Será poco amigable conmigo, pero no parece ni enfadado siquiera con el desastre que tiene, yo echaría pestes) Me cuentan como bajaba el agua por las escaleras. Que han tardado más de dos horas en conseguir que viniera un fontanero. (Nota mental: Imagino que habría tardado menos de un minuto en cerrar la llave de paso) Me dicen que el ascensor también se mojó todo, pero que no pasa nada, que ya se ha secado. ¿Qué no pasa nada? Esto… casi mejor que voy por las escaleras, que la electricidad y el agua no se llevan muy bien.
Ayer lunes seguía mojado el suelo del descansillo, el techo y las paredes, imagino que el vecino también. Huele a humedad que apesta. Eso sí, ya uso el ascensor porque aún no se ha electrocutado ningún vecino. Moraleja: No pongáis la lavadora un domingo a las siete de la mañana. Moraleja 2: En caso de que se te rompa un manguito prueba primero a cortar la llave de paso. Moraleja 3: Puede que el vecino poco amigable sea un buen tipo, me parece que voy a empezar a saludarle.
Otro día más.
Sean buen@s y felices!

lunes, 26 de septiembre de 2011

Cosas que he aprendido estos días

He aprendido que mi madre puede ponerse malísima de repente y tenerla que ingresar sin que ni siquiera lo imagináramos posible. He aprendido que tenía que elegir entre mi madre y mi hijo durante 24 horas por la radiación de la gammagrafía. He aprendido que tenía que comerme los nervios en casa en lugar del hospital.
He aprendido lo que es tener a una persona en aislamiento. He aprendido que respirar con mascarilla es muy difícil, y dormir con ella casi imposible. He aprendido que con bata, mascarilla y guantes puedes parecer una charcutera.
He aprendido que cuanto más ganas tienes y más planes estupendos, más se tuerce la vida para complicarlos. He aprendido que tengo buenas amigas, que una vez más se portan fenomenal conmigo. He aprendido que mis amigas pueden conocerme más que yo misma, y resolverlo para que no me pierda los planes.
He aprendido que aunque el contacto constante es maravilloso, el cara a cara es más gratificante. He aprendido que las cosas podían mejorar lo que imaginaba. He aprendido que estar con ellas me sabe a poco. He aprendido a esperar ansiosa la próxima vez que podamos reunirnos.
He aprendido cuál era el color purpura oh!
He aprendido que me gusta muchísimo el metal acústico. He aprendido que a mi hijo y otro niño de dos años, también.
He aprendido que en unas horas unos niños un poco mayores pueden convertirse en héroes para mi hijo. He aprendido que puede llamar a sus amigos en sueños. He aprendido que comprar caretas es una apuesta segura.
He aprendido que hay amigas capaces de levantarse prontísimo para resolver sus asuntos con tal de pasar unas horas juntas el domingo.
He aprendido que los policías tienen un camión grúa para intervenir en secuestros de aviones. He aprendido que los policías tienen helicópteros, motos, coches, caballos de mentira y perros de verdad. He aprendido que a mi hijo le gustan las exposiciones sobre policías.
He aprendido que aunque hace tiempo que dejamos la sillita le encanta sentarse en sillas ajenas y que le lleven. He aprendido que tres bolsas de gusanitos para cinco niños, montones de patos y de peces, es suficiente.
He aprendido que a veces las despedidas no son dolorosas, sino el preludio de algo mejor. He aprendido a quedarme con buen sabor de boca.
He aprendido que es genial irnos de picnic los dos juntos. He aprendido que a pesar de inflarse de gusanitos toda la mañana podía comer dos filetes de pollo, croquetas, una manzana y dos zumos. He aprendido que el huevo duro no le gusta. He aprendido que puedes llevarte camarones a un picnic. He aprendido que una buena siesta a su lado recarga pilas para volver al hospital.
He aprendido que NO HAY TIEMPO PARA ENTRISTECERSE NI PARA DESAPROVECHARLO.
Otro día más.
Sean buen@s y felices!