Día 1
Tras de nueve meses y medio de embarazo…
A las ocho de la mañana vamos una vez más a monitores, una vez más con la maleta a cuestas, ya habíamos perdido la cuenta de la de veces que hicimos ese viaje. No hay contracciones, ni dilatación, ni nada. Amor mío, estás perfecto, y yo también. No estamos preparados para nacer, ninguno de los dos, pero por lo visto no podemos retrasarlo más. A las diez de la mañana, esperábamos nerviosos el ingreso en maternidad para provocar el parto. Nos dieron la habitación 210, me puse el camisón sexy del hospital. Vaya! mis preciosas las zapatillas nuevas no me caben de lo hinchados que tengo los pies, pedimos unas tijeras y las cortamos por la mitad. Qué desastre, mis zapatillas nuevas! Pues no me había dado cuenta de que estuvieran tan hinchados! Yo estoy nerviosa, pero por lo demás como una rosa.
Llega la matrona, que ya no me cayó bien, flechazo a primera vista, pero flechazo en toda la frente le hubiera dado, lo primero que me dice es que no puedo comer y que no me preocupe, que como es provocado voy a parir como las señoras. ¿Como las señoras? ¿Eso qué significa? Mire, señora lo será usted, yo prefiero parir como las vacas, la verdad. Ese fue mi primer pensamiento. No me gustó, yo quería un parto natural y lo que me dijo me sonó a cualquier cosa menos a natural. Lo veía venir. Pero como soy tan educadita no le dije nada.
Empezaron con el protocolo estándar. Lo primero, el enema, muy agradable esto, me dice que espere cinco minutos, al llegar a los tres tuve que salir corriendo al baño, con las zapatillas rotas, haciendo equilibrios, y al tirar de la cadena… se rompe! Empieza a salir agua del baño, llamo a la enfermera pensando que me cambiarían de habitación, acababa de llegar y además era un hospital privado, pero en lugar de eso, vino un fontanero y se tiró allí media mañana para arreglarlo, eso sí, muy silencioso el pobre hombre.
Me ponen la vía en la mano, me monitorizan y empieza a caer la oxitocina. Yo me pongo a llorar, no lo había imaginado así. “Estamos envenenando a nuestro bebé” y papá hace todo lo posible por calmarme. Al rato viene la matrona del flechazo con una aguja enorme. Te voy a romper la bolsa. Noooooo, me niego y se va algo enfurruñada. Papá se acuerda de repente que ha pedido gas y no ha sacado la bombona y me dice… que se marcha! Que enseguida vuelve!
No tardó mucho, me quedé sola, ya que no quería contar nada ni alarmar a mi madre hasta que no estuviera avanzada la cosa. Sola no, en realidad con el silencioso fontanero. Vuelve a visitarme la matrona del flechazo y vuelvo a negarme a que me rompa la bolsa, se va otra vez enfurruñada, ya tengo claro clarísimo que no nos vamos a llevar bien, pero nada bien. La visualizo en plan Guillermo Tell, con mi puntería fijo que la manzana quedaba entera. Cuando volvió papá ya marcaban contracciones pero ni me duelen ni las noto. Los monitores marcan tu corazoncito, caballito desbocado, no tienes sufrimiento y yo estoy nerviosa pero me siento bien. El silencioso fontanero, que no dio lata ninguna el pobre, se retira y viene una limpiadora para solucionar el desaguisado, silenciosa también. Menos la matrona del flechazo, el resto son todos muy silenciosos y respetuosos.
Papá ha venido cargado de chocolatinas, le digo que no puedo comer y me dice que si quiero comer, que coma, que la naturaleza es sabia, y me paso toda la mañana comiendo chocolate. Mmmmm… Papá se duerme un rato en el sofá. Continúan las contracciones que ni siento, ni me duelen, ni son efectivas ni nada de nada. Continúa tu corazón como un caballito desbocado y sin sufrimiento. Me acaricio la barriga, te cuento que ya queda poquito para vernos, que siento muchísimo tener que envenenarte, pero que es para vernos pronto.
Son las cinco de la tarde, vuelve la matrona del flechazo y me convence de que si me dejo romper la bolsa se va a acelerar el proceso y las contracciones van a funcionar mejor. Tengo dilatación cero, no me duele nada aunque marca muchas contracciones, tu corazoncito está estupendamente. Como ya lo había hablado previamente con papá, me dejo romper la bolsa con un dolor espantoso y recuerdo que si hace unos días la ginecóloga llegó a tocarte la cabeza sin hacerme ningún daño porqué esta señora me hace tantísimo daño. Hoy pienso si también aprovechó, sin mi consentimiento, y me rompió las membranas. Imagino que sí.
Es ahora cuando me pongo a llorar y decido que ha llegado el momento de llamar a mi madre y la pobre se presenta en el hospital volando. Mi madre me tranquiliza, me anima y me calma como sólo las madres saben hacerlo. Siempre la he querido y valorado muchísimo a mi madre, pero desde que supe que iba a ser madre estos sentimientos se multiplicaron.
Son las seis de la tarde. Viene la ginecóloga, sigo con dilatación cero, y decide que lo mejor es ir a cesárea, que va a prepararlo todo. Sólo accedo con la condición de que entre el papá conmigo y se lo consienten. Yo me pongo a llorar porque no entiendo nada. No me duele nada, no siento las contracciones aunque las tenga, no hay sufrimiento fetal… ¿por qué cesárea? Imagino que era una buena hora para marcharse a casa la ginecóloga y todo su séquito. Antes de irnos papá llama a su familia para avisar que estás en camino.
Son las siete de la tarde y me llevan al quirófano. Me toca un anestesista muy hablador, estoy muy nerviosa y me dice que la epidural no duele, pero a mí lo que me preocupa no es la epidural, ni el pinchazo, ni nada, sólo que estés bien. Había leído que dolía la epidural, pero me daba igual, es un momentito por mucho que duela. “Te voy a enseñar la aguja” “No gracias” Se empeña y me enseña una aguja de anestesia pequeñita, pequeñita, miro a papá, sonreímos, y le dejamos creer que me ha engañado. Me inclino con la ayuda de papa porque si no hubiera volcado. La camilla del quirófano es estrechísima! Imagino que con esa aguja pequeñita anestesió la zona antes de ponerme la gorda porque no me duele nada de nada ni noto el pinchazo.
El anestesista insiste en preguntar cómo te vas a llamar, pero no lo sabemos todavía. Nos pregunta de dónde somos y le decimos que de un pueblo de Galicia, y resulta que su hermano es de ese mismo pueblo! La ginecóloga llega al final de la conversación, oye el nombre del pueblo y nos dice que su madre es de allí. Pues ya es casualidad! De repente todo el quirófano ha estado en mi pueblo, a 700 km de allí! Es un poco surrealista este parto.
Tu padre se va a vestirse de verde mientras me atan a la camilla y me preparan. Ya no siento las piernas ¿por qué me atan si no puedo salir corriendo por mucho que quiera? Ojala, tengo ganas de decirles a todos que ya no les molesto más, que gracias, que ya volveré otro día. De hecho creo que lo hice pero no me dejaron. El anestesista hablador me cuenta que es abuelo y se empeña en enseñarme fotos de su nieto en su móvil. A mí me parece cada vez más surrealista todo. Yo tumbada y atada, rodeada de gente de mi pueblo, el anestesista hablando sin parar y yo que sólo le veía los ojos, muy azules, enseñándome las fotos de su nieto, de ojos azules también. “El nieto ha sacado tus ojos” le digo, por si se calla, pero no, va y se anima. No parará de hablar en todo el proceso.
Llega papá, le sientan en una esquinita a mi lado, en un taburete, imagino que por si acaso se desmayara, llegan todos los demás y comienza la cesárea. No me duele, pero noto cómo me rajan, cómo revuelven en mis tripas y como si me tiraran de los intestinos para sacarte. No recuerdo haberte oído llorar. Me dicen que eres un gordito precioso, te enseñan ¿por dónde? ¿dónde está? No lo veo! Ah, por encima de la mampara y te llevan con el pediatra. No sé cuánto tiempo pasa, pero se me hace eterno. Mientras tanto noto como hacen cosas en mis tripas, no duele, pero se nota, y muy agradable no es. Pregunto mil veces como estás.
Llega el pediatra contigo en brazos y le pregunta a papá si es médico, imagino que verlo en quirófano, durante la cesárea y vestido de verde debió de darle alguna pista. A mí ni me mira, y le dice en términos médicos incomprensibles que el niño tiene un no-se-qué, a mí se me para el corazón y grito ¿QUÉ TIENE? Y papá me dice, nada mujer, un antojo. Ah bueno! Ha sacado 9-10 en el test de Agbar. 3.950 kg. Eres un campeón, mi amor. Te dejan en brazos de papá y le dicen que se vaya a la habitación, que terminan de coserme y me llevan enseguida.
Noto todo lo que me están haciendo aunque no me duela, oigo un aspirador y le pregunto a la ginecóloga si es un aspirador y me dice que sí. Si me pasan un aspirador por la barriga, qué limpia voy a quedar! Ya que están, podrían pasarse por casa. Mientras me cosen me empiezo a marear y tengo ganas de vomitar, el anestesista hablador me dice que vomite pero ¿cómo se vomita tumbada? Pues hacia un lado, al suelo. Venga, vale, y vomito en todo el suelo del quirófano. Terminan de coserme, me limpian y me cambian el camisón “Póngame decente que va a venir mi suegra” le digo a la enfermera, se ríe. Se van todos, pero por haber vomitado me dejan esperando unos 10 o 15 minutos en ¿la sala de recuperación? Nooo, en el pasillo de quirófanos y sola. Muy profesional todo.
Veo a mi madre a través de la ventanita de la puerta, de esas redondas, tipo barco, y nos saludamos con los brazos. Cuando salgo es la única que estaba esperándome, el resto parece que se ha olvidado de mí, sólo están pendientes de ti, pequeñín. Me emociona profundamente el amor de mi madre, como tantas otras cosas de ella no olvidaré nunca que era la única que me estaba esperando al salir de quirófano.
Cuando por fin llego a la habitación encuentro al reciente papá contigo en brazos y mi hermana, reciente tía, emocionada perdida, restos de lágrimas en la cara de los dos y persianas bajadas para que no te molestara la luz. Por fin te acercan a mí, te ponen a mi lado, pero es muy difícil porque no puedo incorporarme ni un poco hasta que no se me pase la anestesia, sólo puedo mirarte y acariciarte un poco. Aunque de cerca no enfoco bien, noto tu calorcito.
Al rato empieza a llenarse de gente, mi madre, mi hermana, mi hermano, mis suegros, varios amigos… parece el camarote de los hermanos Marx y aún no se me han despertado las piernas. Unos buenos amigos vienen cargados con una enorme bolsa llena de jamón y lomo, con la teoría de mi marido que la naturaleza es sabia y que si quiero comer, que coma, me hincho a embutidos sin tener despiertas aún las piernas, y me sabe a gloria después de tanto tiempo. Jamón, qué rico, lomo, qué rico, chorizo, qué rico!
Y llega el momento de quedarnos solos los tres, el mejor momento del día. Pero dura poco. A las doce de la noche viene una enfermera que dice que como no tengo leche y no me puedo mover que te llevan al nido, que viene a recogerte en un rato. “Ay, cariño, y si nos lo cambian?” le pregunto. Y el reciente papá decide hacerte una marquita con boli detrás de la oreja para comprobar que seas el mismo. Son las doce de la noche y se acaba el día.
El reciente papá duerme como un cesto en el sofá, ronca como un camionero, la reciente mamá sigue enchufada a la oxitocina para que se contraiga bien el útero, duele un poco, poco, pero no puedo dormir y recuerdo pasar toda la noche pensando en tu carita y en cómo me coge la mano un bebé tan chiquito. Con la sensación de tener tu manito alrededor de la mía todavía. Todo un cúmulo de sensaciones. Sólo quedan seis horas para volver a verte.
Ainssssss, pero qué bonitoooooooo!!
ResponderEliminarMe has emocionado hablando de tu mami...el momento en el que todo el mundo se preocupa por el bebé y no se dan cuenta de la que acaba de parir!!!!!!
Tuvo que ser duro....pero por fin pudiste ver la carita del pequeño parrulín!!!!!......mi parto también fue provocado, pero después de 18 horas, salió sin cesárea!!!!
Que mezcla de sentimientos ¿verdad?
besitos reina!!!
Q bonitoooo!!!aunq por las cosas que explicas, tubo que ser duro..
ResponderEliminarDe todas formas se tiene que sentir algo tan especial cuando lo ves por primera vez, o cuando lo acurrucas....
Aix!!!Preciosoooo!!
Precioso! Me has emocionado!!
ResponderEliminarEl momento mamá esperándote fuera del quirófano. Solo las madres se dan cuentas de esas cosas.
Madre mía, no puedo dejar de llorar!!
Veo que no fue muy agradable, pero la recompensa bien lo merece, 4 kg de parrullín!
Un beso muy muy fuerte.
Me ha encantado, pero a la comadrona y al anestesista les daba una buena patada!
ResponderEliminarY eso de llevárselo al nido era obligatorio?
Besos!
Me encanta vuestra historia...
ResponderEliminarLo del nido no lo entiendo...yo creo que en mi hospital no habia de eso...
Y tu santo ¡¡qué tierno lo del puntito con boli!!
Nena ¿has vuelto a encontrarte con el anestesista? A lo mejor te lo has cruzado tomando albariño o pulpito...
Lo primero darte las gracias por compartir con nosotras algo tan personal tan intimo y expliandolo con tantos sentimientos. Me has emocionado mucho, no puedo evitar tener la sensación de que no te dejaron parir... Y esa madre esperandote a la puerta del quirófano, cuanto amor, y es que era su hija la que estaba allí dentro... Un besito preciosa!!!
ResponderEliminarMe ha emocionado tu entrada de hoy.
ResponderEliminarTuvo que ser duro, y lo que no entiendo es que se lo llevaran al nido, desde luego de esa forma no ayudan en nada a la lactancia. Yo tenía problema de agarre y me daban jeringuillas con leche artificial para que se lo diéramos nosotros.
Estarías deseando verlo de nuevo!
Gracias por compartir vuestra historia.
Besitos
Oh!!! Parrulina, que precioso lo has contado!!!. Me emocionó todo y los detalles aún más... y aunque fue difícil, la recompensa valió la pena...
ResponderEliminarCuando leo sobre partos, siempre recuerdo mi experiencia, que fue absolutamente anormal y me entristece...
Pero, bueno me alegro por ti!!!.
PD: El papá ¡le hizo la marquita detrás de la oreja???, seguro lo reconociste inmediatamente sin necesidad de la marca.
Abrazos!
Ay que bonito mama de parrulin!! Que bien contado, me ha hecho mucha gracia lo de la marquita y lo subrrealista de las conversaciones en el parto jejej, y muy especial lo de que tu madre te esperara, siempre saben que hacer. Besitos guapa
ResponderEliminarYo te digo lo mismo que María, un parto es algo muy especial y personal y no siempre es fácil contarlo, y también tengo esa sensación de que no confiaron en tí y se creyeron en el derecho de intervenir y no dejarte parir.
ResponderEliminarLo de tu madre me recuerda a la mía, cuando nació Iván me estaba esperando en la puera y cuando nos sacaron al niño y a mí mi madre se olvidó de que había un bebé y solo podía abrazarme entre lágrimas diciéndome que lo había hecho muy bien. Nuestras madres...
Uf!! Que historia.... La verdad que igual de emocionante que agotadora, por lo menos al final todo salio bien, me alegro por vosotros.
ResponderEliminarJeza, mi madre siempre ha sido especial por muchos motivos!
ResponderEliminarButterfly, es curioso porque yo no lo recuerdo duro.
Trax, ains, mi madre, que te voy a contar…
Drew, no sé si era obligatorio el nido, no supe negarme.
Porfinyomisma, no sé si reconocería al anestesista sin la mascarilla.
Maria, mi madre y yo tenemos una relación muy especial.
Carol, la próxima vez lo haría distinto con la lactancia.
Nortina, sí reconocíamos al bebé, pero fue un poco por si acaso.
Rocio, me hizo mucha ilusión ver a mi madre.
Nereida, mi pobre madre hasta sufría con mis contracciones, aunque yo no tenía ningún dolor!
Precioso.. estoy con la lagrima colgando. Como sabes emocionarnos, parrulin. Te hiciste rogar, pero merecio la pena. Me has emocionado.
ResponderEliminarAcabo de descubrir esta saga y me tienes emocionada!! Qué momentos!
ResponderEliminarLamento que acabase en cesárea y que os separasen en vuestra primera noche... EStoy deseando seguir leyendo!
Qué hermoso gesto el de tu madre esperándote a las puertas del quirófano!
Besos
Annie, me costaba mucho expresarlo en palabras, me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarCocolina, tengo buenos recuerdos a pesar de la cesarea. Y si, mi madre, siempre está ahí.