Yo confieso

Confieso que era día 28 de diciembre, día de los inocentes, me acordé de una amiga que había tenido a su hijo adelantado tal día como este y que nadie lo creía. ¿Y yo…? hice mentalmente la cuenta, 32 días, dentro de lo que es normal para mí. Pero ¿y si…? Sabía que ya había pasado antes por esta situación, a menudo, que era muy pronto para hacerme un test pero me hacía ilusión que “pareciera” una inocentada.

Confieso que me quedé sin desayunar por ir a una farmacia a buscar un test de embarazo, no sé qué es lo que hice ni que torpeza cometí, pero no salió nada, nada de nada, ni que si, ni que no, ni la rayita de control. Hasta 20 minutos esperando que saliera al menos una rayita de control, pero nada. Al acabar la jornada laboral y sacarlo del cajón para tirarlo a una papelera exterior vi el control y el positivo pero habían pasado ya unas horas y sabía que ya no era válido.

Confieso que llevada por la impaciencia y enfadada por mi torpeza me compré otro test esa misma tarde. Supuestamente para hacérmelo al día siguiente al levantarme.

Confieso que me puse a hacer galletas con Parrulín, hicimos la masa y mi madre quería bajar a la calle con mi hermana, se bajó a Parrulín y me quedé sola para hornearlas. Una vez metidas en el horno tenía siete minutos libres, en casa de mi madre, sola. Si yo nunca estoy sola, qué raro. ¿Qué hago? ¿Y si repito el test? La idea va haciendo hueco en mi cabeza. Que no, que es muy pronto, espera a mañana… pero la idea sigue ahí firme, háztelo, háztelo, háztelo… taladrando, háztelo, háztelo, háztelo… Me llega un wachap de una tarada, teníamos que hablar de algo, te llamo en cinco minutos, le pongo. Mi cabeza ya estaba taladrada, del todo y yo decidida a hacérmelo.

Confieso que estaba temblando cuando cogí el test y me fui al baño a hacerlo. Salió instantáneamente, sin duda alguna, rapidísimo. No había pasado ni un minuto cuando llamé histérica a mi amiga tarada. Seguía temblando pero además llorando de la emoción y de los nervios. Al final no hablamos de lo que teníamos que hablar. Por cierto, que sigue pendiente. Después llamé a las demás taradas, de juerga flamenca las dos, al final me conformo con enviarles una foto.

Confieso que quería guardarme el secreto, quería decirlo en familia estando los dos juntos, y quedaba muy poco para la Nochevieja. Me lavé la cara, saqué las galletas del horno, me serené con mucho esfuerzo y bajé a buscar a Parrulín y el resto de la familia. Cojo a mi sobrino del alma en brazos y pienso que dentro de muy poco tendré yo un bebé en brazos y me emociono, y se me escapa una lágrima, y a duras penas consigo que no se note escondiéndome detrás de mi sobrino. Cobarde! Utilizar así un bebé de seis meses! Providencialmente suena el teléfono y salgo a hablar con una de las taradas a la calle para que no me oigan gritar ni llorar ni nada de nada. Salvo la situación por los pelos.

Confieso que pasé un momento por casa de una amiga antes de irnos a casa. Una de esas amigas que lo mismo te recoge al niño del autobús, que te prepara unas lentejas, que te escucha cuando hablas y que te abraza cuando lloras. Una amiga de verdad. Nos sentamos en la mesa camilla, entretiene al niño con unos dibujos y después de charlar de cosas habituales se lo suelto a bocajarro. M, ¿qué? Estoy embarazada. No me digas! Ay qué bien cuánto me alegro! Al fin se lo había dicho a alguien cara a cara. Y respiré aliviada.

Confieso que no se lo conté al santo padre del nuevo Parrulinchi hasta el fin de semana. Así, a bocajarro también, paseando por la calle y aprovechando que Parrulín iba un poco más delante. Cariño, ¿qué? Estoy embarazada. No me digas! Vaya lío! Estaba segura que me ibas a contestar eso, cariño, ja, ja, fue lo mismo que dijiste con Parrulín. No te preocupes, podremos con ello, con este y con lo que venga, me dice. Y me da un beso de esos de película en el que te coge por el cuello y te inclina un poco para atrás. Ay… es tan tierno cuando quiere!

Confieso que me comía las uñas por contarlo, pero tenía miedo, miedo de que no estuviera bien implantado, que no fuera un embarazo de verdad, que no siguiera adelante… todas esas cosas que se plantea una madre. Pacientemente espero a Nochevieja para contarlo, a bocajarro también, pero en plan familiar y a lo grande. Faltaban sólo dos días!

Confieso que aunque ya os lo había contado, no habíais caído ¿o alguna si? así que lo repito. Nochevieja, cuando llega el último, antes de empezar la cena hago un recuento. Cinco adultos y tres niños, no falta nadie! Mi madre me ha oído pero pasa de mi, mi hermana me mira, ¿en serio? Si, en serio. No me digas! Cuánto me alegro! Y me da un enorme abrazo. Mi madre aún no se ha enterado. Mamá, me has oído lo que he dicho? Si, has dicho cinco adultos y tres niños, pero no sé de qué niños hablas, porque sólo veo dos. Mamá, que vas a tener que esperar hasta Septiembre para conocerlo, que estoy embarazada! Ay, qué emoción! Ya lo ha entendido y también me da un abrazo. Mi hermano todavía no ha caído del guindo, (vaya familia! Era tan complicado?) se lo dice mi madre: T, que vas a ser tío, otra vez. Ah, nos mira a las dos, ¿de cuál de las dos? Mi hermana le dice, yo no, a mi no me mires, ja, ja! Y también me da un abrazo. Estuvimos toda la noche brindando por la vida y por la familia.

Confieso que después fuimos a casa de mis suegros, yo quería darle la enhorabuena a los yayos por la docena. ¿Por la docena de qué? Preguntarían. Por la docena de nietos, que viene el nº12! Peeeero mi santo no quiere decirlo hasta que no hayan pasado un par de meses, así que muy a mi pesar me lo callo. Es su casa, él manda, faltaría más. Una cuñada me ve tocarme la barriga ¿…? Si, pero no lo digas que tu hermano no quiere decirlo todavía. Al menos ya lo sabe una, espero que sepa guardar secretos. La verdad que no tengo ni idea de cómo guardan los secretos esta familia, lo mismo lo saben ya todos y andamos haciendo el paripé. No sé.

Confieso que a los pocos días comencé a notarlo, no es que notara al bebé, pero si noto más flujo de sangre hacia allí, los vasos sanguíneos de la tripa se han dilatado un poco y puedo notar los latidos de mis venas que lo alimentan. Noto la hinchazón del útero aunque de momento sea pequeño, porque puedo notar perfectamente su tamaño. Tenía pinchazos que creía recordar como normales y dolor de pecho, eso definitivamente normal. Y un día, de repente, desaparecieron todos los síntomas, ya no sentía nada, no notaba nada y ni siquiera tenía el pecho hinchado. Dos o tres días sin notar nada que para mí fue un suplicio, pensando constantemente si irme a urgencias. Al final volví a sentir lo mismo y pude por fin quedarme tranquila hasta la eco. Igual fue simplemente imaginaciones mías. Por eso aquella entrada maldiciendo al 2012 de la que tanto me arrepiento.

Confieso que soy una de esas afortunadas mujeres que no conocen las nauseas ni los vómitos, que creo que somos minoría, salvo que me da por coger una infección de orina detrás de otra no tengo problema ninguno con los embarazos. Esperemos que siga así.

Os seguiré contando. Mañana perlitas de Parrulín que hace mucho tiempo que tengo unas cuantas y no quiero que se convierta el blog en un monotema de embarazo, que ya hay muchos así y yo tengo muchas más cosas que contar y con las que sacaros una sonrisa.

Mamá de Parrulín y Parrulinchi.

Otro día más.

Sean buen@s y felices.