Este niño mío siente debilidad por su abuela, y no me extraña, porque prácticamente lo ha criado y lo llena de mimos, de amor, y de regalos cada vez que le ve. Así que hoy, más que nunca, las perlitas van dedicadas a la abuela.
Hace ya algo más de un mes que terminó con la quimio intravenosa y ha pasado a la quimio en pastillas, podía ser que sí o podía ser que no, pero el caso es que le está saliendo el pelo de nuevo. Como cada vez que nace pelo, le pica la cabeza y se la toca a menudo, además es una sensación curiosísima acariciar un pelo nuevo que sale. Estábamos hablando de esto y le pedí que me dejara tocarla, mola, entonces viene Parrulín que estaba jugando con un camión de bomberos a tocarle también la cabeza, sonríe y dice “Qué gustito da abuela, está suave y calentito!” y desde entonces cada día que la ve le toca la cabeza y le repite lo mismo. Más lindo!
La abuela le dijo, en broma, que estaba enfadada porque no había querido ir a dormir con ella el sábado. Y Parrulín, que es listo como un ajo, le contesta “Pues no tienes cara de enfadada…” la mira bien y añade “Creo… que se te pasará con un besito!” Ja, ja! Qué morro tienes!
Está el niño jugando con unos dinosaurios y pretende coger algo que no debe, la abuela le está explicando por qué no puede coger eso, que no recuerdo, y Parrulín la interrumpe y dice “Espera un momentito abuela, que te voy a dar mi opinión” y nos moríamos de risa de lo redicho que puede llegar a ser. Parece un viejito cuando habla.
Está contando algo de un amigo suyo del cole, pero de la clase de al lado, que dice que se llama Mon, ¿pero cómo se va a llamar Mon? ¿qué nombre es ese? Y Parrulín insistía en que se llamaba Mon, pues bueno, será uno de esos nombres modernos y raros. Hasta que un día coincidimos en una tienda, mi madre, Parrulín y yo, y Mon con su madre. Parrulín exaltado de ver a su amigo, cuando encontramos alguno fuera del cole es como si hiciera siglos que no le ve y se emociona muchísimo. Se pone a jugar con él en la tienda y cuando nos marchamos le llama su madre: Solomon, que nos vamos! Parrulín, que tu amigo se llama Solomon! No abuela, se llama Mon, sólo Mon! Ja, ja, ja! Terminamos las dos dobladas de la risa en mitad de la tienda. (¿En qué película le llaman Sólo-Jane toda la peli? ¿Tras el corazón verde? No, La joya del nilo! Pues igualito pero al revés.)
Y otra de nombres, viene un día hablando de una profe que se llama Marte, como el planeta. Le dice la abuela que Marte no es ningún nombre, Parrulín, ni nombre moderno, ni nombre raro, ni nada de eso, es nombre de planeta pero no de persona, ¿no será Marta? “No, no, que se llama Marte!” Eso no puede ser, será Marta. “Que no, abuela, que se llama Marte!” con una voz de paciencia… Un día al salir del cole nos la enseña, esta es Marte! Y yo, ni corta ni perezosa, me acerco a hablar con ella con el niño de la mano. Hola, Parrulín me habla mucho de ti ¿cómo te llamas? Le dice hola, le caricia el pelo al enano y responde Me llamo Mayte. ¿Ves, Parrulín, como no podía llamarse Marte que Marte no es ningún nombre? En esta ocasión nos partíamos de risa, Mayte, la abuela y yo, bueno, el niño también, pero en realidad por contagio porque no creo que lo hubiera entendido.
La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita. Pablo Neruda
Mamá de Parrulín y Parrulinchi.
Otro día más. Buen martes!
Sean buen@s y felices.