Este fin de semana en el que pretendía descansar… Ilusa de mí! Ha sido realmente agotador
e interminable, creo que para todos. Como la primera parte ya la sabéis sigo
por la segunda.
Domingo por la mañana, temprano, muy temprano, demasiado
temprano. Parrulín llama a su padre. Ilusa de mí que creo que me libro, pero
no, le llama para que le lleve conmigo. Un par de arrumacos pretendiendo que
siga durmiendo, ilusa de mí también, pero nada. Me levanto resignada. Mi santo
se ofrece pero la verdad es que ya llevaba un rato yo dando vueltas y para eso,
mejor levantarme. Más resignada aún le llevo al parque después de desayunar. Nota mental: Debo mandarle un comunicado al
papa raruno este que tenemos para que inicie mi proceso de beatificación.
A mediodía se produce el tan temido momento de todos los
años. Probarse un bañador del año pasado. Tenía uno que había sido una de esas
compras espontáneas/ida de olla de Uy! Que cuesta 3€! Nena, que estamos a final del verano. Que cuesta 3€!! Nena, que te queda enorme. Que cuesta
3€!!! Vaaaale, me lo llevo.
Milagrosamente no es que me quepa, sino que además tiene pinta de que me
servirá todo el verano. Ole! La pinta es infame, pero es lo que hay. De hecho creí que iba a ser peor.
Después de la siesta preparamos todo para ir a la piscina.
La crema de sol caduca todos los años, lo sabíais? No me lo creo, pero no me voy a arriesgar a echársela. Así que
salimos rumbo a la piscina previo paso por la farmacia para comprar crema de 50
que es la que utiliza el blanquito de mi niño. Llevo 25€ para la piscina y la
crema, pero la crema me cuesta casi 20€! Y eso que escojo la más barata! Tócate
los huevos! Así que tengo que volver a casa a por más dinero.
Llegamos por fin a la piscina, embadurno de crema Parrulín, lo
que incluye dejarle la cara con pinta de payasete. Que me pregunto yo por qué
la crema de 50 cuesta tanto extenderla, coño que parece hormigón armado! Le
convenzo para merendar un poco antes de meternos en el agua. Por fin nos
metemos, yo primero, no estaba tan fría como esperaba, la verdad. Al principio
estaba el valiente muchachito acojonado, bueno, acojonado es poco, las
escaleras eran de esas sumergidas en el agua, no de las verticales. “Mamá, es
que si las escaleras se han hundido a lo mejor yo también” Pobre. Lleva
manguitos y churro, es imposible que se hunda ni aunque lo intente. Pero aún
así tardo un tiempo en convencerle para entrar. Al cabo de un rato en el agua, empieza
a disfrutar e incluso, sorprendentemente, Parrulín consiente en soltarme una
mano! Una! Es todo un avance, sin duda. Salimos cuando empieza a tiritar.
Tomamos algo más de merienda mientras coge calorcito y luego
quiere volver a bañarse, como no me apetece nada meterme yo, le llevo a la
piscina de niños, juega un montón con una niña bastante más mayor, no había más
niños, y se lo pasa pipa. Intento sacarle cuando empieza a tiritar, tengo que
sacarle a la fuerza cuando sus labios empiezan a adquirir un curioso color
morado porque no le pega con el color del bañador y no me parece que sea un
color de tendencia este verano.
Para entrar en calor le visto por completo y nos quedamos un
rato más en la toalla. Se me antoja un helado y para mi sorpresa a Parrulín se
le antoja también. Quiere un frigopie. Y no sólo lo quiere sino que además se
lo come! Asombrada estaba yo. La primera vez que come un helado! Le he dado a
probar en múltiples ocasiones pero no ha querido nunca. Vaaale, se deja un poco
de helado, pero fenomenal que pruebe cosas nuevas. Lástima que no haga lo mismo con las verduras. Recogemos y nos
vamos.
Por el camino noto que la bolsa pesa sospechosamente mucho
más que a la ida. Qué raro! De hecho cada paso que doy me pesa más. De hecho no
llevo aún la mitad del camino cuando se me empieza a poner la barriga dura. Parrulín
lleva el churro y yo todo lo demás, se para en cada esquina y con cada paloma/perro/hormiga/palo/planta/cosa
que encuentra por el camino, yo desesperada. Vamos a casa ya por favor! Pero
nos lleva muchísimo rato llegar con tanta parada. Mi santo había dicho que a lo
mejor se iba a la feria del libro mientras nosotros íbamos a la piscina, que
nunca viene porque tiene alergia al sol. Voy por el camino pensando que no se
haya ido, que no se haya ido. Queda un tercio del camino y mi impresión es que
la niña se me cae, voy agarrándome la barriga lo que queda hasta casa. Parrulín
se para a cada rato. Yo respirando e intentando relajarme. A ver mujer, que es psicológico, cómo se te va a caer la niña por
favor! Que sí, que juro que se me cae!
Consigo llegar a casa con la niña todavía dentro, menos mal!
Mi santo no está, se ha ido a la feria del libro. Aggg. Me siento a llorar un
rato o preparo el baño? Venga, el baño, para poder acostarme cuanto antes. Lleno
el baño, meto al niño, hago la cena y me siento cinco minutos. Pero eso de
sentarme es peor, debe de estar tan abajo que no soporto estar sentada. De
hecho he tenido un par de contracciones dolorosas ¿o quizá eran retortijones? Yo
que sé. Cada vez estoy más asustada y no consigo relajarme hasta que llega mi
santo y se encarga del niño mientras yo voy a acostarme. Con Parrulín nunca me
pasó nada de esto, ya no me convence que la gine diga que todo es normal, no me
parece nada normal. Ni que todo se vaya a arreglar con la faja del demonio. Ya
por fin voy respirando y relajándome y cuando al fin me duermo todo está bien,
tranquilo y en su sitio.
Más me vale que me vaya acostumbrando porque aún quedan 99
días!
Vaya fin de semana interminable!
PD Vais a flipar con lo que me ocurrió ayer. Lo mío es que
no tiene nombre. Nos fuimos a comprar un par de cosas que necesitábamos al
H&M. Salimos con la bolsa y vemos en Callao a dos polis a caballo. Parrulín
que se acerca. “Hola poli-poli!” Nunca sabré por qué dice siempre poli-poli. El
poli-poli era majo, le pregunta si quiere tocar el caballo. Cómo no va a
querer! Si cualquier animal le vale! Menos
las hormigas que últimamente le dan miedo y no consigo convencerle que no
pican. El poli-poli me dice que mejor le coja yo en brazos para poder
acariciarle el cuello al caballo. Si no
hay más remedio… Niño en brazos sobre la cadera derecha, bolsa del H&M
en la mano izquierda. Parrulín que acaricia al caballo y el caballo que le pega
un tremendo mordisco a mi bolsa. Jooooder! Pero si no había comida ahí! Al
llegar a casa descubro un mordisco de caballo en un pantalón que además no es
de mi talla. Ves? por no probártelo.
Total, que tengo que cambiar un pantalón que no me cabe y que además ha sido mordido
por un caballo. A quien se lo cuente no se lo cree. Espero que no se fijen
mucho en la tienda. Ay qué vida esta!
Nota: Ayer a pesar de ir de compras y del mordisco de
caballo, no tuve ningún problema barriguil. Menos mal!
Nota 2: Me imagino que me vais a comentar que descanse, yo
lo intento, lo juro, pero hay una confabulación astral que me lo impide
siempre.
Nota 3: Repetiremos piscina si el santo me promete esperarnos a la salida para llevarme la bolsa, la piscina en sí no estuvo mal, lo malo fue la vuelta.
Mamá de Parrulín y Parrulinchi.
Otro día más. Buen martes!
Sean buen@s y felices.