viernes, 23 de mayo de 2014

Se veía venir



Se veía venir, desde chiquitito. Se veía venir, desde la guardería. Se veía venir, aunque no todo el mundo lo veía con la misma claridad que nosotros. Se veía venir, aunque no hemos tenido ningún tipo de facilidades. Se veía venir, ha venido, y parece que ya estamos en el camino, es cuesta arriba pero parece que al menos hay camino.

Hace mucho tiempo que no cuento perlitas de Parrulín. Porque se ha hecho un niño mayor, porque ya no tiene esa inocencia, pero sobre todo porque ya no tienen tanta gracia. De hecho, a mí, personalmente, me asustan un poco. Las perlitas actuales de Parrulín son las siguientes:

“Mamá, mira, un león rampante!” Un qué? Y tengo que buscar rampante en el diccionario.

“Mamá, a que no sabes cuánto mide el monte más alto de Marte?” Ni idea, cariño. “23 km! Casi el triple que el Everest!” 

“Mamá, a que 5x6 son 30?” Sí, mi amor.

“Mamá, a que 123+48 son 171?” Eh… yo contando con los dedos. Sí, cariño, son 171, muy bien.

“Mamá, a que el factorial de 4 son 24?” Eh… yo contando con los dedos 4!=4x3x2x1… Sí, mi amor, son 24. ¿Y tú cómo sabes eso? “Y a que el factorial de 5 son 120?” Eh… 5!=5x4x3x2x1… Sí, mi amor. ¿En qué curso di yo eso? ¿En la carrera ya? ¿Y tú cómo sabes eso? “Me lo ha explicado papá, es muy divertido!”

“Mamá, estos libros son para niños más pequeños, quiero un poco más de mayores” Esto, con un libro de 8-10 años, y pasamos a libros de 12 años.

Con perlitas así… Se veía venir.


Lo intentamos en el colegio como primera medida. 

Cuando he hablado con su profesora, en plan madre preocupada “Mira, es que este niño me parece que es muy listo” la profesora me toma por madre histérica “No es tan listo como tú crees, porque colorea muy mal” “Ah… (sin palabras)” Esta conversación la tuve exactamente igual con la profe del año pasado y la respuesta fue exactamente la misma.

Cuando le ha castigado su profesora por no terminar una ficha que consistía en sumar 3+2 y pintarlo de verde, cuando le han suspendido (en proceso, que le llaman ahora) en esfuerzo y constancia. “Es que habla mucho con sus compañeros, los alborota a todos y no termina el trabajo” “Ah… (sin palabras)”

Cuando los demás niños han aprendido a leer este año con la típica cartilla la-le-li-lo-lu, Parrulín, que sabe leer hace más de dos años, tenía permiso para leer libremente los cuentos de la estantería. Esos cuentos eran los de Don Contento y Don Feliz, estaba hasta el gorro de esos libros el pobre chiquillo. “Mira, es que se aburre con estos libros, ya que puede leer libremente ¿podría traer sus propios libros?” No, porque estos los conozco y le puedo pedir que haga un dibujo sobre ellos. “Ah… (sin palabras)”


Harta de quedarme sin palabras, harta de no conseguir ayuda por parte del colegio hablamos con un psicólogo amigo que nos recomienda una clínica especializada para hacerle una valoración y ver si es un niño de altas capacidades. La finalidad era tener un informe que diga que sí lo es y en el colegio le hagan una adaptación curricular, le permitan leer libros más avanzados, le pongan las sumas más complicadas o lo que sea para que no se aburra y para que no surjan problemas de conducta.

Después de unas cuantas sesiones en la clínica nos dan la valoración. El resultado del coeficiente intelectual del niño es de más de 140. Como madre ingenua pregunto “Bueno, y dentro de las altas capacidades eso es lo normal, está bien o de qué estamos hablando?” Y me dice la psicóloga “Te puedo decir que en más de 10 años de trabajo pocas veces he visto un CI como este.” Uf! Y ahora qué hacemos?

El director de la clínica nos explicó que tener un hijo de tan altas capacidades es como tener un ferrari, que se conduce de forma diferente y tenemos que aprender a conducirlo. Aparte de eso, que lo estamos haciendo bien ofreciéndole información a demanda, que el niño de momento no presenta problemas de conducta ni sociales, y que el colegio tiene la obligación legal de adaptarse a las características del niño.


Entre medias del proceso llamo a la Comunidad de Madrid para informarme de qué tengo que hacer ante la sospecha de que mi hijo tenga altas capacidades, les explico que tiene cinco años y lee perfectamente, suma, resta, multiplica, divide, hace factoriales... La Comunidad de Madrid me dice que estamos fuera de plazo para entrar en un programa de refuerzo de altas capacidades, que lo intentemos para el curso 2015-2016. Toma ya! Y que, de todas formas, todo tiene que partir del colegio.

La Comunidad de Madrid habla con el colegio por otro motivo y aprovecha para preguntarle a la orientadora de estudios por un niño de cinco años que lee, suma, multiplica… La orientadora no tiene constancia de ello. Se acerca a su clase y pregunta a la profesora por un niño con posibles altas capacidades. Ese es Parrulín, seguro. Y la orientadora me llama pidiéndome disculpas, que desconocía la situación de Parrulín y que va a tomar cartas en el asunto, que le lleve la valoración cuando la tengamos.


Ahora que tenemos un informe que confirma lo que ya sospechábamos nos hemos reunido con la orientadora de estudios para su adaptación curricular, todo son buenas palabras y buenas intenciones, o eso parece, pero esperaremos a ver si se traducen en hechos. De repente todo el mundo es súper atento con nosotros, de repente el niño puede leer en clase otro tipo de libros y está encantado, de repente su profe me recibe todos los días con una sonrisa cuando voy a buscarlo. Lo que cambia la vida tener un papelito que te dé la razón, es increíble.


He estado muy preocupada por este tema. Preocupada por su futuro, preocupada por hallar un equilibrio, preocupada por su adaptación al cole y a los compañeros, preocupada por anticiparme a lo que pueda ocurrir, preocupada por un posible futuro fracaso escolar, preocupada por mil cosas. Como madre, lo único que busco es su bienestar y su felicidad. Ahora se supone que sabemos cuál es el camino, se supone que estamos en el camino correcto y se supone que el colegio va a hacer lo que se supone que tenía que haber hecho hace tiempo.

Y yo digo… Se veía venir!

Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.

lunes, 19 de mayo de 2014

Ay, que yo no!



Estos días ha corrido mucho entre los blog un post de una tal Bunmi Laditan, madre y escritora (perdonen mi ignorancia, pero yo no la conocía) que se titula Estoy harta de hacer que la infancia de mis hijos sea mágica.

Cuando estamos llegando a casa muchos días me dice Parrulín “Ay, que me estoy haciendo pis!” y yo le contesto “Ay, que yo no!” y nos reímos los dos, a la señora doña Bunmi Laditan, quiero decirle lo mismo “Ay, que yo no!”

Terminaba mi última entrada diciendo: Operación señor Perez finalizada. Magia realizada. Objetivo cumplido.

Yo no estoy harta de hacer que la infancia de mis hijos sea mágica, es más, yo estoy intentando estirar todo lo posible la magia de los Reyes Magos, de Papá Noel y del señor Perez. La magia de los cumpleaños, de las sorpresas planificadas y las fiestas improvisadas, de las risas a carcajadas y de las experiencias vividas, de los juegos inventados y de la complicidad compartida.

Una de las mayores satisfacciones que me ha dado la maternidad es la de volver a redescubrir la magia en los ojos de mis hijos. Cuando era pequeña las navidades eran mágicas, y los veranos en casa de mi abuela también. Recuerdo la desilusión al descubrir que los Reyes eran los padres, recuerdo el momento y las palabras exactas “Mamá, en el cole dicen que los Reyes son los padres, es verdad?” y me contestó “Qué quieres que te conteste la verdad o la mentira?” y con el corazón encogido le contesté “Con eso ya me lo has dicho todo”. Con el tiempo la magia fue desapareciendo, la ausencia de niños en la familia, la acumulación de años, problemas y sinsabores que te da la vida hicieron que las navidades dejaran de ser mágicas. Hasta que un día de reyes, sin esperarlo, murió mi abuela querida, y dejaron de serlo del todo.

Parrulín fue el primer niño de la familia y todos revivimos las fiestas con él, volvimos a cantar villancicos repitiendo su preferido hasta la saciedad, volvimos a comprar panderetas y a celebrarlo con alegría. El nacimiento de mi sobrino coincidió con la grave enfermedad de mi madre y el nacimiento de Xoubiña prácticamente con su muerte. Aun así yo sigo empeñada en que vivan una infancia mágica y hago todo lo que está en mi mano para conseguirlo dejando de lado mis propios sentimientos, recuerdos y tristezas para vivirlo con la emoción con la que lo viven ellos.

Porque en mi casa los Reyes Magos son unos cochinos que dejan miguitas en el salón y sus camellos se beben el agua tirando un poco por fuera, en mi casa el ratoncito Perez se ha tenido que reconvertir en el señor Perez para no desaparecer, en mi casa celebramos incluso los cumpleaños de mascotas imaginarias, en mi casa intento que cada día sea especial, maravilloso y mágico. Mis hijos disfrutan con ello y yo también, a veces incluso más que ellos porque los planes no siempre salen bien, pero la planificación y la ilusión que pongo en ello me llena de alegría.

Y no son sólo las fiestas de Navidad, o del señor Perez, sino la magia de la vida, de las cosas cotidianas. La infancia es ya mágica de por sí y yo quiero vivir con mis hijos la magia de encontrar una luciérnaga por la noche, la magia de ir a cazar gamusinos con una linterna, la magia de pedirle un deseo a una estrella fugaz, la magia de observar cómo sube la marea, la magia de ver un cangrejo esconderse bajo las rocas, la magia de esperar a que florezca el jazmín, la magia de encontrar formas en las nubes, la magia de ver volar las golondrinas… Y sobre todo quiero que perdure en ellos la magia incluso cuando sean adultos y que a mí no se me vuelva a olvidar la magia de soñar por muchos años que pasen.

Señora doña Bunmi Laditan, quiero decirle otra vez lo mismo “Ay, que yo no!” y una cosita más “Usted se lo pierde!”

Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.

viernes, 16 de mayo de 2014

Recibimos la visita del señor Perez



Esta noche ha venido a casa el señor Perez, no el ratoncito porque después de la visita a la Casa Museo del ratoncito Perez a Parrulín le quedó bien claro que era todo una tomadura de pelo y que no era posible que existiera ese ratoncito. No obstante, como los dientes son recogidos y cambiados por un regalo, alguien tiene que venir por la noche a hacerlo y ese alguien tiene que ser un señor. Hemos decidido llamarlo el señor Perez, por ponerle algún nombre. Dice Parrulín que no entra por la ventana, como hace Papá Noel en la casa de los que no disponemos de chimenea, sino que tiene copia de todas las cerraduras del mundo y abre con su propia llave.

Ayer por la tarde, después de una semana moviéndose, su primer diente se cayó por fin. Una semana entera ha durado “Mamá, mira cómo se me mueve el diente!” “Mamá, que hoy se me cae seguro, mira cómo se mueve!” “Mamá, qué pasa si me lo trago?” “Mamá, mi diente es cada vez más pequeño, a ver si en vez de caerse va a desaparecer y la liamos!” así todo el rato, una pesadilla. Me da una grima horrorosa ver cómo se mueve y no hace más que enseñármelo.

Ayer en Madrid era fiesta, San Isidro (San Isidro ladrador, poco mordedor, jeje) y lo pasamos fenomenal. Por la tarde fuimos a la feria, pescó un patito con una caña y le tocaron cuatro mini coches de carrera, subió al castillo inflable y a una especie de camión convertido en parque de bolas. Se quedó con ganas de subir en la noria pero mi santo trabajaba y no podíamos dejar a Xoubiña abajo esperándonos, así que volveremos el sábado con él para poder montar en varias cosas que quedaron pendientes. Compramos un algodón de azúcar inmenso y de color azul. Mala idea, muy, muy mala idea. Sabe exactamente igual que el rosa pero te deja la lengua, la boca, las manos y todo lo que toca de color azul.

Al volver, tintados de azul, agotados de la feria y de la cuesta arriba que es el camino de vuelta, fuimos a tomar un zumo y allí, en un bar, se le cayó. Estaba súper emocionado con que se le hubiera caído. Todo había sido por la buena suerte que le había dado uno de los coches ganados en la feria, o eso cree él, y ha decidido que el número 8 que figura en el capó del coche es su número de la suerte, desde hoy y para siempre. Hablamos sobre la imposibilidad de que fuera el ratoncito Perez y le prometí que intentaría mantenerme despierta para ver quién era finalmente el que se llevaba el diente. “Mamá, al final te dormirás, ya verás.” Bueno hijo, probablemente, pero lo intentaré.

Le concedo una caja preciosa con forma de elefante para que guarde su diente, una caja que me trajo mi hermana no sé si de Birmania o de por ahí de su luna de miel. La guarda debajo de la almohada pero sin soltarla de la mano y por fin se duerme. Yo me voy a dormir a Xoubiña y le digo a mi santo. ¿Te encargas tú de la operación Perez? Espera media horita, aquí está el regalo. Mi santo, que se acuesta siempre más tarde que nosotros, se encarga de la operación Perez pero cuando viene a acostarse me dice que no ha encontrado la cajita del diente, que tal vez se haya caído debajo de la cama. Vaya lío como la encuentre Parrulín, a ver quién consigue hacerle creer una nueva mentira sobre el tema Perez!

Hoy no hay guardería, pero sí cole, mi santo se ha tenido que pedir el día libre para cuidar a la pequeña, llevo yo a Parrulín al cole para que no tenga que despertar pronto a Xoubiña y pueda dormir más. Y… bueno… lo confieso, porque me hacía una tremenda ilusión ver su reacción al descubrir el regalo, aunque tenga que despertarle más pronto de lo normal. Antes de despertarle encuentro la cajita del diente y la guardo en mi mesilla de noche.

Seis y media de la mañana, un poco más pronto y pillamos al señor Perez en acción. Parrulín, a levantar, que tenemos que ir al cole. Andá! Pero mira! Qué es esto? Que ha venido el señor Perez! Parrulín, adormilado, abre un ojo, sonríe y se pone a desenvolver el regalo con un solo ojo abierto, descubre una foto de un bicho palo. “Mamá, qué bien, es un libro de bichos, con lo que a mí me gusta aprender cosas nuevas” y se vuelve a dormir. Parrulín, venga, que tenemos que ir al cole. Puedo abrir yo el regalo del todo? “Mmmm… si, claro, mamá.” Murmura dormido. Lo abro del todo y me asombro muchísimo. Ostrás! Parrulín, que no es un libro, que es un hábitat de bichos palo! Y con esto se despierta del todo.

Se sienta en la cama y desenvuelve el paquete del todo, esta vez con los dos ojos abiertos. “Mamá, qué chulo, me encanta!” Si, eh? A mí también, qué majo el señor Perez, qué detallazo. “Pues sí… ¿a que te dormiste?” Si, lo siento, al final no pude estar toda la noche despierta. “¿Y la cajita del diente?” Se la habrá llevado, no? “Cuando se me caiga el próximo diente le tengo que escribir una carta, que coja SOLO el diente, no la caja, que nos la devuelva que era muy bonita.” Jajaja! Vale, cariño, así lo haremos. “¿Están dentro los bichos palo?” No, hay que enviar una carta a la india y nos mandan los huevos. “¿Hay que escribir en el idioma de la india?” No, ya está escrita dentro, sólo hay que poner nuestra dirección y enviarla. “Uf! Pues menos mal, porque yo no sé indio.” Si, menos mal, porque yo tampoco. Esta tarde echaremos la carta al correo y a esperar a que nos lleguen los huevos de bichos palo.

Operación señor Perez finalizada. Magia realizada. Objetivo cumplido.

Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.

lunes, 12 de mayo de 2014

Dientes, ratoncito Perez y bichos palo



A Parrulín se le mueve su primer diente! Sí, sí y es todo un acontecimiento! Lo vive ilusionado, temeroso y emocionado al mismo tiempo. Y yo también! Ilusionada y emocionada sí, temerosa no, pero la verdad es que no para de decirme que se lo toque y me niego, me da cierta grimilla. Recuerdo que de pequeña molaba muchísimo esa sensación del diente que se mueve. Pero no recuerdo mucho más así que le he preguntado a una amiga madre de cuatro churumbeles (cuatro! una santa mujer, creedme) y, para mí, ella es fuente de toda sabiduría en lo que a los niños se refiere.

Cuánto tiempo tarda en caerse desde que se mueve? Depende. Así no me ayudas, eh? Tanta sabiduría, tanta sabiduría para que me contestes esto, alma de cántaro! De qué depende? Depende de lo borrico que sea el niño, uno mío se esnafró contra un árbol y allí quedó el diente, clavadito en el árbol. Vaya! Pues espero que no. Depende, si come algo duro se le puede quedar clavadito también. Bueno, déjate de dependes y dime tiempos. A veces un par de días pero a veces se mueve durante casi un mes hasta que se caiga. Así no me ayudas, eh? Tanta sabiduría, tanta sabiduría para que me contestes esto, alma de cántaro!

Y el ratoncito Pérez… No te molestes en buscarlo que no existe. Jajaja! En serio? Seguro, te lo digo yo, que mis hijos llenaban toda la casa de trampas para ver si lo pillaban y no lo pillaron nunca. A lo mejor era más listo que ellos. Créeme, por mi casa no vino nunca, y si se le ocurrió asomarse salió corriendo al ver tanto niño. Jajaja! Puede ser. Tienes gato? No, tengo alergia. Pues mejor!

Y qué hacemos las madres? Nos toca pagar otra vez? Desde luego! Esto es todo una conspiración muy bien montada y muy elaborada entre Papá Noel, los Reyes Magos y el ratoncito Perez. Tú sueltas la pasta y ellos se llevan todo el mérito. Pues sí que son listos sí. Total, que tengo que comprar algo y esconderlo un tiempo indefinido hasta que se le caiga. Guardaré el ticket de compra por si veo un día al ratoncito que me devuelva la pasta. Ilusa!

He visto que tiene una casa-museo en la calle Arenal. Quién? A ver, fuente de toda sabiduría, que te dispersas. El ratoncito Perez! Ah, ya, olvídate, es una tomadura de pelo abarrotadísima siempre de gente. Es muy chiquitito, les enseñan la casa y a lavarse los dientes. Lo único que buscan es sacarte la pasta. De dientes? No, el dinero! Ah! Pues qué lástima, me hacía ilusión y pensaba que a él también. Y si nos vamos a tomar unas cañas mientras los vemos jugar en el parque? Eso me parece mejor. Y el diente? Aguantará hasta mañana, mujer! Seguro? No, pero siempre puedes ponerle un par de euros bajo la almohada que es un regalo de ratoncito Perez muy socorrido.

El diente aguantó, aprovechando que el jueves tenía clase de ajedrez pensé esta es la mía para comprarle un regalo sin que lo vea. Tiene que ser un chupi regalo que le guste muchísimo porque el primer diente es muy especial. Bueno, pues he comprado algo tan chuli, tan chuli, tan chuli, que estoy por arrancarle el diente para poder dárselo! Jajaja! Sólo me da rabia que el sinvergüenza del ratoncito Perez se va a llevar todo el mérito de traerle al niño… Trrrrr (tambores, tambores)…. Trrrrr…. Trrrrr….

Una granja de bichos palo! Toma!


Acudo feliz a contárselo a mi amiga fuente de toda sabiduría. He comprado el regalo del ratoncito Perez! Y qué es? Una ganja de bichos palo! (Le digo, con una sonrisa de oreja a oreja) Una qué? Si mujer, es una jaulita en la que viene un hábitat para los bichos palo. Trae un vale para pedir los huevos de bichos palo, te los envían, los metes, salen y los observas. Puaj, pues qué asco! A mí me parece que le va a encantar, aunque ya veremos. De todas formas, si no le gusta, le echaremos las culpas al ratoncito Perez. Dentro de poco es el cumpleaños del tuyo, si al mío le gusta se lo regalo también al tuyo. Ni se te ocurra! Por cierto ¿de quién ha sido la idea de celebrarlo en el teleférico? A mí no me mires, de la otra madre, pero me parece una idea guay. (Cumplen con unos días de diferencia y nos toca celebrarlo juntas con los del cole) Por cierto, que he visto en internet que también tienen la versión granja de mariquitas. Le gustaría más a tu hijo? O a la niña? Ni se te ocurra! Y tampoco quiero que menciones la existencia de estos juguetes. No, si no te preocupes, que ya se lo cascará Parrulín en cuanto lo reciba.

Desoyendo los consejos de la fuente de toda sabiduría me fui a la calle arenal a ver la casa del ratoncito Perez con los dos churumbeles. La casa del ratoncito Perez está dentro de un mini centro comercial muy chiquitito, en la segunda planta y sin ascensor. Empezamos bien! Consigo subir a los dos y al carrito hasta arriba. En toda la planta sólo está la casa del ratoncito Perez, una tienda de videojuegos y un compro oro del que sale un tremendo olor a marihuana. Continuamos bien! Nada más entrar me advierte la chica que si la pequeña entra tiene que estar controlada y que si llora y molesta me tengo que salir, que si no hay un mayor responsable para el niño tendría que salir el niño también. Ah, qué bien, qué cómodo todo, super adaptado para niños. ¿Qué hago? ¿Le doy una vuelta por el compro oro para que aspire el olor a marihuana a ver si así se me atonta un poco?

La casa del ratoncito Perez es muy chiquitita, una salita en la que te cuentan la historia, el despacho del ratoncito Perez y otra salita con su casa dentro de una caja de galletas. Punto pelota. Me siento un tanto defraudada pero lo disfrazo de ilusión y emoción para acompañar a Parrulín en esta vivencia. Terminamos y otra vez escaleras abajo con los dos y el carrito. Esta vez me ayuda un tipo del compro oro, pero a pesar de eso llegamos abajo sanos y salvos.

Me dice Parrulín que le ha gustado mucho pero yo le veo muy pensativo, debe de estar procesándolo. “Mamá ¿cuánto te ha costado?” 3 pavos por cabeza, la niña no paga. “Pues te han timado 6 euros” ¿Por qué, mi amor, no te había gustado? “Es que creo que nos han engañado. Viendo la casa del ratoncito Perez me doy cuenta de que es todo una mentira y el ratoncito Perez no existe” (La hemos liado! A ver cómo reconduzco yo esto!) Cómo que no existe, y entonces quien se lleva los dientes y deja los regalos debajo de la almohada? “Pues no sé, pero el ratoncito Perez no existe.” Se queda pensando un rato y después decide que tiene que si el ratoncito Perez no es, tiene que ser un señor. Pero cómo va a ser un señor? Yo no abriría la puerta de casa a un señor por la noche! “Bueno mamá, pues un señor que entra por la ventana como Papá Noel y los Reyes Magos!” (Ay, que ya sabía yo que estos tres estaban confabulados!) Pues ahora que lo dices… tal vez tengas razón, cariño.

Wachapeo a la fuente de toda sabiduría. Ido casa ratoncito Perez. Y q tal? Emoticono de un mojón. Emoticono de risas. Y Parrulín? Q no existe ratoncito Perez y todo mentira! Emoticono de más risas. Diente? En su sitio aún. Emoticono de más risas. Bichos palo? Escondidos armario. Emoticono de carita sudando.

Hace una semana ya que se le mueve el diente. Mañana se va a la granja escuela. Seguro que se le cae allí, lo pierde, y tenemos disgusto y dudas sobre si le traerá algo o no por haber perdido el diente.

Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.

PD: Tengo una cajita que encontré en casa de mi abuela que contiene un diente y un poco de pelo, alguien me dijo que era mío, aunque sospecho que en realidad es de mi hermana por ser la primera nieta. Es un tanto gore, la verdad, pero a falta de hacerle una prueba de adn yo lo guardo por… por si fuera mío. Tendré que buscar una cajita para los dientes de Parrulín y esconderla bien porque si la encuentra ya tenemos lío otra vez!