Cuando
tenemos hijos detectamos inmediatamente los que son padres y los que no. Por
sus comentarios, por la forma de mirar a un niño, por su forma de tratarlos, por
cómo reaccionan cuando se portan bien, por cómo se escandalizan cuando se
portan mal, por infinidad de cosas. Ayer descubrí a dos que, definitivamente,
no son padres.
Tengo
un dedo raro del pie, pero raro, raro. Empezó a crecer un poquiiiiiito, otro
poquiiiiiito, otro poquiiiiiito y no
para. Que ya podía yo seguir creciendo en altura a mi edad, pero no. Hace
muchos años que yo dejé de crecer, pero mi dedo no. Se ha ido deformando y me
duele. Me aprieta todo el calzado, rompo todas las medias y calcetines, unas zapatillas
de verano me duran muy poco porque se me rompen, en seguida asoma el pie y además
me da vergüenza llevar sandalias. Aparte de que no gano para medias, que es lo
de menos, y de la estética, que también es lo de menos, lo importante es que me
duele, no hay calzado con el que esté cómoda.
Mi
santo, santo pero alarmista en grado sumo, ha ido viendo cómo iba cambiando mi
pie y cómo cada vez me duele más y se le ha ocurrido decirme que podía ser un
cáncer o no sé qué otras barbaridades, por supuesto ninguna era buena. Yo
estaba convencida de que era el hueso que crecía pero he ido al traumatólogo
para confirmarlo.
Llego
al traumatólogo, llena de hijos, que en ocasiones como esta, dos son multitud,
le enseño el pie al médico y me dice que es el crecimiento de la uña, que me
sale así y nada más. Pues yo creo que es el hueso. Vale, si quieres te hago una
radiografía de contraste con el otro pie. Acepto.
Vuelvo otro
día con la radiografía, llena de hijos, entro en la consulta con la niña en
brazos, dando teta al mismo tiempo que empujo el carrito al que va agarrado
Parrulín. Ya había visto las radiografías mi santo pero alarmista esposo y ya
sabíamos que era el hueso. El espabilado del traumatólogo me dice “Lo que yo
pensaba, es el hueso, tienes una exóstosis.” Perdón? Lo que yo pensaba, lo que
yo pensaba… Pero si me había dicho que no era eso! Hay veces que no sé si la
gente no sé si es un poco tonta o muy espabilada. Seguro que este hombre
empieza todas las conversaciones con Lo que yo pensaba… Quizá para
autoconvencerse de que sabe lo que dice.
De
acuerdo, qué podemos hacer? “Puedes operarte cuando quieras, hacemos una
incisión profunda hasta llegar al hueso, limamos el hueso y cerramos.” Puedo
apoyar el pie tras la intervención? “No puedes apoyar o apoyar muy poco con un
zueco especial durante un mes.” Pues va a ser que no. “Además es muy doloroso
hasta que cura, se inflama mucho.” Esto qué es, para animarme más aún?
Y me
dice… atención “Si aguantas el dolor por ahora, quizá sería mejor hacerlo
cuando los niños se muevan un poco más, no?” Un poco más? Un poco más? No,
señor, un poco MENOS! ME-NOS! Este no es padre! Que si se mueven un poco más me
mareo! Que si se mueven un poco más parecen ya una manifestación! Que si se
mueven un poco más no habría conseguido que el belén de la entrada siguiera
intacto! Que si se mueven un poco más el cabezazo que se ha dado Xoubiña con la
puerta de cristal habría terminado en desgracia! Que si se mueven un poco más
Parrulín habría tirado a la niña al suelo más de las cuatro veces que ha hecho
mientras esperábamos para entrar! Que si se mueven un poco más me vuelvo loca
del todo!
En fin,
que este señor seguro que no era padre, y que yo me operaré cuando se
independicen los niños, o eso o cuando no soporte más el dolor, lo que ocurra
antes. De momento, sigo con mi dedo, que ya hasta le tengo cariño y todo. Vive
en mi casa, comemos en la misma mesa, incluso compartimos la cama y eso siempre
une mucho.
Llegamos
a casa y me puse a hacer una manualidad con Parrulín, manualidad que consistía
en pegar en el dibujo de navidad unas estrellitas de purpurina. Me cago
Mecachis con el Señor Inventor de la Purpurina! Otro que no era padre! Que reaparece
siempre, que no hay forma de recogerla, que pueden pasar semanas y sigue
apareciendo la purpurina en los lugares más insospechados! Pones la mesa,
aparece purpurina en la mesa, cambias un pañal, aparece purpurina en el culo,
te vistes, aparece purpurina en tus pantalones, te lavas la cara, aparece
purpurina en un moflete… Y todo esto después de haber barrido y fregado a
conciencia! Dos conciencias, de hecho. La mía y la de mi santo. Alguna purpurina
queda en la escoba, con lo que luego se reparte por toda la casa, o la
arrastramos con los pies, pegada en la ropa, o no sé si quizá se multiplica
como los gremlins malos!
Si el Señor
Inventor de la Purpurina fuera padre se habría dado cuenta de que era un
invento del demonio y no lo habría patentado jamás! Estoy segura de que no
tiene hijos! Que le cooooorten la cabeza! Mientras voy encontrando purpurina me
estoy acordando de la madre del Señor Inventor de la Purpurina. Y entonces ya
me da un poco de pena el pobre Señor Inventor de la Purpurina, porque caigo en
la cuenta de que además de no ser padre, debía de ser huerfanito. Ay si su
santa madre se hubiera enterado de lo que tramaba! Ay si le hubiera contado a
su santa madre sus intenciones! No le hubiera dejado! Le habría hecho ver que
era un invento del demonio! Qué ni purpurina ni qué purpurino! Que eso es muy
de madre, incluso de la madre del Señor Inventor de la Purpurina, seguro. Hijo,
dedícate a otra cosa!
Y cuando
me consigo sentar un ratito, porque entre purpurina y purpurino también cambié
la cama de Parrulín y puse una lavadora, y bañé y di de cenar a los chiquillos.
Esperaba dando teta a que terminara la lavadora para colgarla o a que se
durmiera la niña y le mando unos wachap a una amiga contándole cómo me ha ido
la tarde. Y qué hace? Se compadece de mí? Nooooo! Se muere de risa y me manda
al club de la comedia! Y digo yo, ahí no voy, que no tengo tiempo, pero ya
tengo post para mañana.
Mamá de
Parrulín y de Xoubiña.
Sean
buen@s y felices.
Otro
día más.