Hoy voy a contar cómo nos fue en el avión, ya que las vacaciones dan para varios post y el avión se resume en uno sólo. ¿Cómo fue? FATAL. Lo puedo decir más alto pero no más claro. El viaje en bus fueron un total de 8 horas, el viaje en avión… fueron 9.
Nos levantamos y salimos a tomar un café, que mamá sin café no funciona. Hasta Parrulín lo sabe! Entra conmigo en el bar y pide “un café con leche fría para mamá, por favor, para que se despierte”. Luego subimos a hacer la maleta. Me encanta hacer la maleta de vuelta! No hay que pensar nada, todo pa’dentro y ya está. Cada vez que metía algo en la maleta y volvía a levantar la cabeza se me nublaba la vista y estaba a punto de caerme. Malo, me voy a desmayar. Parrulín, otro café!. Bajamos a la calle ya con maletas y otra vez al bar.
Nota: Esta burra de carga que escribe llevaba mi bolso, que pesaba una barbaridad, su bolsa, la maleta, que pesaba otra barbaridad, mi abrigo y su abrigo. Todo colgado entre los hombros y los brazos. Un calor asfixiante.
Eran las 11 de la mañana. Pedimos un taxi y nos lleva a la estación de tren. Quedaban apenas cinco minutos. Parrulín: “Quiero hacer caca” Ahora? Vaya por Dios. Baño de la estación. “Sólo sale pis” Bueeno, pues corre que viene el tren. Subimos al tren “Mamá, quiero hacer caca” Ahora? Vaya por Dios. Baño del tren. Asombrosamente estaba súper limpio y muy grande. Todo bien y sin problemas. Llegamos a la capital y después de esperar unos 40 minutos aparece por fin un taxi para llevarnos al aeropuerto. Quedaban como tres horas para que saliera el vuelo, pero el plan era comer allí y si no, no nos cuadraba dónde comer.
Lo primero intentar facturar la maleta que pesaba una barbaridad. Peeero no estaba abierto el vuelo todavía, así que nos fuimos a comer con maleta incluida. Autoservicio: Bandeja de comida + niño + maleta= imposible. Total, que dejo la maleta abandonada y cojo la comida con un ojo en el niño, otro ojo en la maleta y otro ojo en el sablazo que me dieron con la comida. (Si, tengo tres ojos, es una habilidad especial que desarrollamos las madres) Elegí la única mesa desde la que se veían los aviones, estaba bastante vacío. A mitad de la comida “Mamá, quiero hacer pis” Ahora? Vaya por Dios! Hablo con la camarera para que no recoja la mesa, cojo al niño, mi bolso, su bolsa, la maleta, mi abrigo, su abrigo y al baño. Después terminamos de comer y por fin abre el vuelo y voy a facturar la maleta.
Llego al mostrador, le doy los billetes, mi dni y el libro de familia. El niño no puede volar. ¿Cómo? Que si no tiene dni no puede volar. Mira usted señorita, es que no tiene obligación de tener dni y su identificación legal es el libro de familia. Pues según las normas de Ryan air no puede volar, vaya usted a la oficina.
Cojo al niño, mi bolso, su bolsa, la maleta, mi abrigo y su abrigo y voy a la oficina. Mire, es que me dice su compañera que el niño no puede volar. ¿Tiene dni? No, tiene libro de familia. Ah, pues entonces no puede volar. Mire usted, es que no tiene obligación de tener dni y su identificación legal es el libro de familia. Ya, pero las normas de Ryan air dicen que sin dni no vuela. ¿Qué me está diciendo, que están ustedes por encima de la ley? Se encoge de hombros y me dice que los puedo denunciar, pero que han ganado todos los juicios. Mire, es que yo no quiero denunciar, yo lo que quiero es volar. Pues espera un momento que viene mi jefa.
Veo que se acerca la jefa y decido hacer maniobra absolutamente manipuladora, no recomendable, pero francamente útil en determinadas ocasiones. Parrulín, pregúntale a esa chica si es la jefa y dile que por qué no te dejan volar. La jefa se encuentra con un hermoso niño rubio, inocente y sonriente que le dice “Eres la jefa?” Si, guapo, qué pasa? “Es que esa señorita dice que no puedo volar…” y hace mueca de puchero (lo del puchero o se lo dije, soy manipuladora, pero no tanto). Mira y remira los billetes, me vuelve a decir lo del dni y al final decide que como es sólo ida, que me hacen un favor y el niño puede volar, pero que si es ida y vuelta que no. Consigo su firma y un sello en los billetes. Vuelvo a ver a la simpática del mostrador. Vale, puede volar, pero no facturar todavía, vuelve más tarde. Le sentó fatal pero tengo que reconocer que algún insulto se llevó en mi primera visita.
Parrulín que empieza a ponerse pesadito, tenía sueño el pobre. Le ofrezco el mei tai y por primera vez en su vida quiere ponerse a mi espalda en lugar de al frente y tras un ratín se duerme. Ahí estaba yo, con un niño de 18kg a la espalda, mi bolso, su bolsa, la maleta, mi abrigo y su abrigo. ¿Y ahora qué hago? No me puedo sentar que lo aplasto. Me estoy quedando sin fuerzas. Decido sentarme en un escalón y poner su culo en el escalón más alto. Al cabo de 45minutos era la hora de facturar. Cargo con todo (casi vuelco al ponerme de pie), facturo la maleta (un trasto menos) y a pasar los controles de seguridad.
Recuerdo que la burra de carga aún lleva a un niño de 18kg a la espalda y dormido, mi bolso, su bolsa, mi abrigo y su abrigo. Me dicen otros pasajeros que me tengo que quitar las botas. Pues mira, no puedo, me arriesgo y paso. Pito. Viene la chica de la guardia civil. Te tienes que quitar las botas. Quizá no había visto al cordero a mi espalda, me giro, se lo enseño y le digo que no puedo. Ah, pues os tengo que cachear. Vale, pues cachea. Convenientemente cacheados los dos ¡los dos! podemos pasar.
Se despierta antes de embarcar y se porta fenomenal durante la espera. Veo que a la chica de delante no la dejan pasar con su bolso y una bolsa, así que le cuelgo al pobre su bolsa a los hombros, que sólo tenía un bibe, toallitas y al burrito pepe, pero si no, eran capaces que no dejarnos pasar. Pasamos, subimos al avión y despega por fin.
Aún no se han apagado las luces y Parrulín “Mamá, quiero hacer pis” Ahora? Pues sí, también visitamos el baño del avión. Jamás había ido tantas veces al baño el niño, y todas muy oportunas como veis. Los simpáticos y amables de Ryan air no callan durante todo el vuelo, con un megáfono intentan hacerte comprar todo tipo de cosas como lotería, cigarros electrónicos, cigarros de verdad, alcohol, juguetes, joyas… Es como estar una hora entera de anuncios en la tele. Parrulín entretenido mirando por la ventana, ni se mareó ni pasó miedo ni nada. Yo la verdad es que sí, que pasé mucho miedo. He volado infinidad de veces, pero quizá hasta ahora nunca se me había ocurrido que me/nos pudiera pasar algo y estaba muertecita de miedo.
Cuando llegamos a Madrid, recojo la maleta y cargo con todo como una burra una vez más, me encuentro en la T1 por lo que el metro o no existe o queda lejísimos hasta llegar a la T4, no lo sé muy bien, veo una autobús “al centro” y lo cojo, sin importarme dónde me lleve. Me ceden el sitio, Parrulín en mis rodillas y jugando con una excavadora, que se le cayó no sé ni las veces que se lo recogí y todos los demás pasajeros también. Hasta que ví una calle conocida y digo no puedo más, aquí me bajo. Cogimos un taxi hasta casa. Eran las 8 de la noche.
Parrulín super feliz encontrándose con sus juguetes y por supuesto sacándolos todos de sus cajas. Yo, medio muerta, deshaciendo la maleta y poniendo una lavadora. Me asomo al salón y le veo echándose una crema de sol en todo el pelo. Bueno, mira, ya le reñiré más tarde, que ahora no me apetece. Total, le tengo que bañar. Al final ni se baña ni cena. Cinco minutos antes de llegar su padre se había quedado profundamente dormido. Cinco minutos después de llegar su padre me había quedado yo profundamente dormida.
¿Repetiría? Jamás en mi vida! A no ser que me invitaran a cruzar el charco.
Mañana más!
Sean buen@s y felices!