Empiezo contando que ni me he leído ningún libro de Harry Potter ni he visto una peli ni nada, pero sé por haber visto anuncios que tiene una cicatriz. Parrulín también, aunque no tan grande (gracias a Dios). En la comunión del sábado, mientras jugaban en el castillo inflable, más de uno se llevó un coscorrón. Al terminar algún primo mío me dice que mi hijo también se ha llevado un golpe, que tiene un arañazo, miro a ver y el supuesto arañazo es una cicatriz que tiene de una brecha. Un poco más arriba de la ceja derecha. Y comentan varios primos “Anda, como Harry Potter!”
En honor a MdB y para que se tranquilice un poco, os contaré cómo fue el “día del golpe grandísimo”. Tenía Parrulín unos dos años y medio. Estábamos en casa de mi madre por la tarde. Yo estaba sentada en una silla y Parrulín no recuerdo qué hacía, pero vino hacia mí andando, no corriendo, y antes de llegar tropieza con sus propios pies y se cae dándose con la cabeza contra la silla de madera en la que yo estaba sentada, justo entre mis piernas. Suena PA! Y yo digo OSTIAAAAA! Le cojo en brazos, me lo llevo al baño corriendo y aprieto fuerte con una toalla en la frente durante varios minutos.
Yo voy siempre descalza en casa, en unos minutos y pensando ya lo peor le doy a mi madre la toalla “no dejes de apretar en ningún momento, ni levantes para ver qué se ha hecho” y me calzo rápidamente para salir corriendo al hospital. Vuelvo al baño y como habían pasado ya más de diez minutos me atrevo a levantar la toalla, ver si sangra, y si se ha dado en el ojo o qué porque había sido todo tan rápido que no lo había visto en realidad. En fin, que ya no sangra y tiene un corte feo encima de la ceja. Pero como ya no sangra no sé qué hacer, si llevármelo o no. Así que llamo a mi marido que estaba trabajando.
Todo seguido y sin respirar le digo “Mira cariño, Parrulín se ha caído y se ha dado un golpe que no sé si estoy siendo una madre histérica porque he apretado varios minutos con la toalla y ya no sangra pero creo que necesita puntos. No ha vomitado ni se ha desmayado. ¿Qué hago?” y mi santo esposo me dice con toda la tranquilidad del mundo “Estaba esperando una llamada de estas en cualquier momento, todos los niños se hacen brechas, vete al hospital por si acaso, te corresponde Tal , nos vemos allí”
Yo sabía la teoría, para cualquier herida taponar unos diez minutos y por aparatoso que sea parará (a no ser claro, que se haya cortado un pie con un hacha y necesite un torniquete, pero no era el caso). Pero me desmayo en cuanto veo sangre, recuerdo haberme desmayado por ver a mi padre hacerse una prueba de azúcar, que sólo es sacar una gotita del dedo. Y sé también que si hay daño cerebral vomitas, te desmayas o tienes convulsiones. Sabía que mi santo me lo iba a preguntar, así que por eso se lo dije todo junto.
Cojo al niño en brazos, apretando con mi barbilla la toalla en la frente del niño, 17 kilos de niño, y salgo corriendo con mi madre a coger un taxi. Bajo al portal y le digo al portero que pare un taxi inmediatamente, muy amable el hombre y algo asustado lo para, nos subimos y vamos al hospital que está a unas tres o cuatro manzanas, pero no íbamos a ir con el niño en brazos. Ha sido todo tan rápido que no le dio ni tiempo a llorar al pobre, sólo sacaba morritos y decía “Mamá, me duele…” mientras yo le decía que íbamos a que le curaran y le daba besos, pero se me caían unos lagrimones…
Aunque ya no sangra yo me empeño en seguir apretando la toalla, no sé por qué, quizá para que no duela o no sé. Llegamos al hospital, me bajo del taxi mientras mi madre paga y entro en urgencias pediátricas. Una enfermera muy amable lo primero que me dice es Mamá, te vas a desmayar? (Qué cara llevaría) Digo ahora mismo no, quizá después. Pasamos a un box y ponemos al niño en la camilla, le mira “esto no es nada”, le abre la herida que ya no sangraba con los dedos y se pone a sangrar otra vez, “voy a avisar al cirujano”, viene el cirujano pero en plan de visita, “a ver qué es este, labio, ceja o barbilla?”, lo mira “esto no es nada”, le abre la herida que ya no sangraba con los dedos y se pone a sangrar otra vez, “ahora vuelvo”.
Yo pensando que como venga otro y le vuelva a abrir la herida le abro yo la cabeza de una patada. Qué manía! Es como cuando dice un médico ¿te duele ahí? y te incrusta el dedo. Si no me dolía antes, ahora ya seguro que me duele ¡capullo!
Total, que vuelve el cirujano acompañado de tres enfermeras. Parrulín está un poco asombrado por todo y no ha llorado nada de nada. De vez en cuando un “Mamá, me duele…” pero nada más. Me preguntan si me quiero quedar mientras le cosen y les digo que si no es imprescindible prefiero esperar fuera, que me voy a desmayar. Ven al niño tranquilo y me dicen que me vaya, que si me necesitan me llaman. Le pusieron anestesia con mascarilla, pero imagino que debía de ser muy poca porque no paró de hablar con todo el mundo y no se le veía atontado ni nada. Tal vez después le pincharon anestesia local, pero no lo sé. Le dieron tres puntos mientras mi adorado niño les contaba el cuento de la ratita presumida que lo acababa de aprender y se lo sabe en plan poesía de la guardería. Las enfermeras encantadas, qué niño más lindo, qué bueno es, qué gracioso, qué bonito cuento… Le tapan la herida con una gasita y esparadrapo y me dicen que si le duele paracetamol e ibuprofeno. Y sale contándome que había una mosca allí (imagino que notaría algún pinchacillo con los puntos y que algo le dijeron de una mosca) y el cirujano se despide chocando la mano y diciéndole “Tres puntos colega!” Y nos vamos.
¿Quién falta? Pues papá, le llamo, le digo que hemos terminado y le han dado tres puntos y me dice que está en un atasco, que nos vemos en casa. Así que nos fuimos para casa. En cuanto le vi me eché a llorar diciéndole que lo sentía mucho, que no había sido mi culpa, que no me había descuidado… Y él súper tranquilo, que estas cosas pasan y que no me preocupe tanto que sólo son unos puntos. Entre que es médico y que ellos son 7 hermanos que las han hecho de todos los colores de pequeños, pues lo ve todo tan normal. Chico, pues será muy normal, pero vamos que ni mis hermanos ni yo nos hicimos una brecha jamás, no sé si éramos muy buenos o si no nos dejaban hacer nada.
Lo rápido que fue todo que a pesar de haber necesitado 3 puntos, no se manchó la ropa de sangre! Yo me quedé más tranquila de ver que al menos sé reaccionar y que si no hay más remedio que hacerlo consigo no desmayarme. Que aunque sabía la teoría luego podía aplicarla sin perder el conocimiento ni los nervios. En fin, como es chico, algo tiene que contar, no me preocupa su cicatriz. El susto me duró varios días y el remordimiento de si podría haber hecho algo también, pero los niños son imprevisibles y… así es la vida!
Ese día es recordado como el “día del golpe grandísimo”, cada vez que le preguntan por su herida dice “tres puntos, colega” muy orgulloso e incluso un par de veces ha comentado “Cuando me dí el golpe grandísimo mamá dijo OSTIAAAA” Cada día se le nota menos la cicatriz, pero supongo que se le notará siempre.
Mañana más.
Sean buen@s y felices!