Esta noche ha venido a casa el señor Perez, no el ratoncito
porque después de la visita a la Casa Museo del ratoncito Perez a Parrulín le
quedó bien claro que era todo una tomadura de pelo y que no era posible que
existiera ese ratoncito. No obstante, como los dientes son recogidos y
cambiados por un regalo, alguien tiene que venir por la noche a hacerlo y ese
alguien tiene que ser un señor. Hemos decidido llamarlo el señor Perez, por
ponerle algún nombre. Dice Parrulín que no entra por la ventana, como hace Papá
Noel en la casa de los que no disponemos de chimenea, sino que tiene copia de
todas las cerraduras del mundo y abre con su propia llave.
Ayer por la tarde, después de una semana moviéndose, su
primer diente se cayó por fin. Una semana entera ha durado “Mamá, mira cómo se
me mueve el diente!” “Mamá, que hoy se me cae seguro, mira cómo se mueve!” “Mamá,
qué pasa si me lo trago?” “Mamá, mi diente es cada vez más pequeño, a ver si en
vez de caerse va a desaparecer y la liamos!” así todo el rato, una pesadilla.
Me da una grima horrorosa ver cómo se mueve y no hace más que enseñármelo.
Ayer en Madrid era fiesta, San Isidro (San Isidro ladrador,
poco mordedor, jeje) y lo pasamos fenomenal. Por la tarde fuimos a la feria,
pescó un patito con una caña y le tocaron cuatro mini coches de carrera, subió
al castillo inflable y a una especie de camión convertido en parque de bolas.
Se quedó con ganas de subir en la noria pero mi santo trabajaba y no podíamos
dejar a Xoubiña abajo esperándonos, así que volveremos el sábado con él para poder
montar en varias cosas que quedaron pendientes. Compramos un algodón de azúcar
inmenso y de color azul. Mala idea, muy, muy mala idea. Sabe exactamente igual
que el rosa pero te deja la lengua, la boca, las manos y todo lo que toca de
color azul.
Al volver, tintados de azul, agotados de la feria y de la
cuesta arriba que es el camino de vuelta, fuimos a tomar un zumo y allí, en un
bar, se le cayó. Estaba súper emocionado con que se le hubiera caído. Todo
había sido por la buena suerte que le había dado uno de los coches ganados en
la feria, o eso cree él, y ha decidido que el número 8 que figura en el capó
del coche es su número de la suerte, desde hoy y para siempre. Hablamos sobre
la imposibilidad de que fuera el ratoncito Perez y le prometí que intentaría
mantenerme despierta para ver quién era finalmente el que se llevaba el diente.
“Mamá, al final te dormirás, ya verás.” Bueno hijo, probablemente, pero lo
intentaré.
Le concedo una caja preciosa con forma de elefante para que
guarde su diente, una caja que me trajo mi hermana no sé si de Birmania o de
por ahí de su luna de miel. La guarda debajo de la almohada pero sin soltarla
de la mano y por fin se duerme. Yo me voy a dormir a Xoubiña y le digo a mi
santo. ¿Te encargas tú de la operación Perez? Espera media horita, aquí está el
regalo. Mi santo, que se acuesta siempre más tarde que nosotros, se encarga de
la operación Perez pero cuando viene a acostarse me dice que no ha encontrado
la cajita del diente, que tal vez se haya caído debajo de la cama. Vaya lío
como la encuentre Parrulín, a ver quién consigue hacerle creer una nueva
mentira sobre el tema Perez!
Hoy no hay guardería, pero sí cole, mi santo se ha tenido
que pedir el día libre para cuidar a la pequeña, llevo yo a Parrulín al cole
para que no tenga que despertar pronto a Xoubiña y pueda dormir más. Y… bueno…
lo confieso, porque me hacía una tremenda ilusión ver su reacción al descubrir
el regalo, aunque tenga que despertarle más pronto de lo normal. Antes de
despertarle encuentro la cajita del diente y la guardo en mi mesilla de noche.
Seis y media de la mañana, un poco más pronto y pillamos al
señor Perez en acción. Parrulín, a levantar, que tenemos que ir al cole. Andá!
Pero mira! Qué es esto? Que ha venido el señor Perez! Parrulín, adormilado,
abre un ojo, sonríe y se pone a desenvolver el regalo con un solo ojo abierto,
descubre una foto de un bicho palo. “Mamá, qué bien, es un libro de bichos, con
lo que a mí me gusta aprender cosas nuevas” y se vuelve a dormir. Parrulín,
venga, que tenemos que ir al cole. Puedo abrir yo el regalo del todo? “Mmmm…
si, claro, mamá.” Murmura dormido. Lo abro del todo y me asombro muchísimo.
Ostrás! Parrulín, que no es un libro, que es un hábitat de bichos palo! Y con
esto se despierta del todo.
Se sienta en la cama y desenvuelve el paquete del todo, esta
vez con los dos ojos abiertos. “Mamá, qué chulo, me encanta!” Si, eh? A mí
también, qué majo el señor Perez, qué detallazo. “Pues sí… ¿a que te dormiste?”
Si, lo siento, al final no pude estar toda la noche despierta. “¿Y la cajita
del diente?” Se la habrá llevado, no? “Cuando se me caiga el próximo diente le
tengo que escribir una carta, que coja SOLO el diente, no la caja, que nos la
devuelva que era muy bonita.” Jajaja! Vale, cariño, así lo haremos. “¿Están
dentro los bichos palo?” No, hay que enviar una carta a la india y nos mandan
los huevos. “¿Hay que escribir en el idioma de la india?” No, ya está escrita
dentro, sólo hay que poner nuestra dirección y enviarla. “Uf! Pues menos mal,
porque yo no sé indio.” Si, menos mal, porque yo tampoco. Esta tarde echaremos
la carta al correo y a esperar a que nos lleguen los huevos de bichos palo.
Operación señor Perez finalizada. Magia realizada. Objetivo
cumplido.
Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.
Cuando yo era peque, me traía 25 pesetas y contenta!! Ahora hay competición entre los Reyes, Papa Noel y el sr Perez a ver cual trae el mejor regalo!!
ResponderEliminarEstará requetesalao sin su dientecillo jeje
Muaks
Chica como te lo curras... bueno que diga, el Señor Perez, parece muy simpático si. Y que bien que disfrutéis de tantos momentos divertidos, creo que a ti te hace la misma ilusión que a´él. A mi me la haría :) Besitos al mellado
ResponderEliminarMe encanta la ilusión de tu niño y me siento muy identificada contigo, pues también me emociona cada paso que da mi niña, cada cosa que aprende y que descubre. Gracias por hacernos partícipes
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