Pues sí, he
sobrevivido a otra Navidad, a las luces, los árboles, los buenos sentimientos,
las comidas familiares, el consumismo desmedido, los villancicos desafinados,
las aglomeraciones, el exceso de azúcar, la subida de colesterol, el descenso
de la cuenta corriente... He sobrevivido a cortylandia, al navibus, a los
belenes, a las meriendas en el vips, a las panderetas, a todos los planes con
los niños e incluso he sobrevivido a la cabalgata de Reyes!
Pero sobre todo, he
sobrevivido a la tristeza y la añoranza. Lo he pasado mal, lo he pasado muy
mal, pero me he empeñado en recordarme a mí misma que no eran estas mis peores
navidades, que las peores ya las viví, y sobreviví. Era navidad y mi madre se
moría, pero yo me encontraba acompañada, arropada por amigos y familia, con un
bebé de tres meses al que cuidar y un niño de cuatro años al que proteger de la
pena y el dolor, al que debía enseñar que se trataba de un proceso natural y
que debía vivirlo sin traumas y sin dramatizar. El drama era mío, y si conseguía
enseñarle a reaccionar de una manera diferente a la mía le habría enseñado algo
que le ayudaría durante toda su vida.
Mi vida cambió
radicalmente desde entonces, tuve que enfrentarme sola al día a día, sin nadie
con quien hablar o con quien desahogarme, sin nadie que me comprenda y me
pregunte, o que me abrace sin preguntar, sin una guía en la maternidad, sin un
consuelo en la adversidad.
Ahora me encuentro
profundamente sola, y cada vez me duele más. Han pasado ya dos años desde la
muerte de mi madre, y yo tenía que estar mejor, tenía que haberlo superado,
tenía que dolerme menos… y no es así. Me empeño en superarlo y prometo que
pongo todas mis ganas y mi esfuerzo en volcarme en mis niños, especialmente en
estas fechas. Pongo toda mi voluntad en no sentir, en no pensar, en estar
ocupada, en llenar los huecos. Pero la verdad es que no hay fiesta que me
apetezca, ni regalo que me haga ilusión, ni abrazo que me consuele, ni noche
que no amargue, ni latido que no duela. No hay detalle que no haga asomar mis
lágrimas, ni recuerdo que no las haga desbordarse cuando estoy a solas.
Creo que estos días
he tocado fondo, o tal vez todavía tenga que pasarlo mal, pero he pensado mucho
en mi situación y la conclusión que he sacado es que necesito ayuda, que no
puedo seguir con este dolor y con esta pena, que no puedo o no quiero sufrir
más y que sola no soy capaz de superarlo.
Una amiga me
recomendó hablar mucho con ella, pedirle ayuda a mi madre, además de a un
profesional, que encontraría las fuerzas y la compañía en esas conversaciones.
Hasta ahora no había hablado nunca con ella, sin embargo sí lo hacía con mi
abuela, pero hablar mentalmente con mi madre es asumir que no está a mi lado y
me resultaba demasiado duro. Ni siquiera había borrado su contacto del
teléfono, está dado de baja, pero todavía no había sido capaz de borrarlo.
Madre querida, la
del corazón generoso y la palabra serena, la del amor incondicional y el abrazo
sincero. Has estado a mi lado en todos los momentos de mi vida, has curado
desde mis primeros rasguños hasta los pedazos de un corazón roto. Nunca me
faltó tu apoyo, tu cariño y tu comprensión. Éramos cómplices en la vida, éramos
amigas de aventuras y compañeras de viaje. Ayúdame ahora que tengo que caminar
sola, préstame tu mano una vez más y ayúdame. Por favor ayúdame, sola no puedo.
Te necesito. Te extraño. Te quiero.
El duelo patológico (o duelo complicado) es una reacción más extrema
que el proceso normal de luto. Cuando una persona sufre de duelo patológico,
está controlada por un sentimiento poderoso y duradero de tristeza que no
muestra señales de terminar. Esta forma extrema de duelo causa un sufrimiento
doloroso a largo plazo que puede tener un gran impacto en su vida. El que sufre
de duelo patológico no logra alcanzar la aceptación de una pérdida y es incapaz
de seguir adelante con su vida sin un tratamiento médico.
Mamá de Parrulín y
de Xoubiña
Otro día más.
Sean buen@s y
felices.
Ay cariño cuanto dolor transmiten tus palabras, cuanto me gustaría saber que decir o como darte ese abrazo sin preguntar. Ojalá la vida no te hubiera puesto en este camino tan amargo, tan triste, tan horrible... pero me consuela saber que aceptas el dolor y quieres superarlo. Mucho ánimo en el camino, no va a ser fácil pero eres fuerte (créelo) y tienes mucho por lo que luchar. Un abrazo inmenso, ya sabes donde estoy para cualquier cosa que necesites.
ResponderEliminarMuchas gracias Rocio, cariño.
EliminarUn abrazo.
Besazo gordo, ya sabes...
ResponderEliminarMuuuuuuas!
Lo sé, lo sé.
EliminarMil besos!
Cariño... yo soy de la opinión q eso de q "el tiempo todo lo cura" no es verdad, cada cosa necesita su propia cura y quizá tienes razón en q necesitas ayuda profesional, no puedes seguir en esa depresión tan profunda en la q te hundes cada día más y en la q sólo coges un poquito de aire para tus peques.
ResponderEliminarTodos necesitamos un punto de apoyo, una válvula de escape...ese alguien al q llamar cuando la situación nos supera y q nos diga, q no importa, q todo se arrglará... para tí esa persona era tu madre y ahora sientes q no tienes donde apoyarte.
Busca ayuda, quizá tu marido pueda ver cual es la mejor manera, (no sé su especialidad) eso sí, no caigas en la tentación de atiborrarte a pastillas.
Mi madre desde hace muchos años tiene depresión, a mí me ha tocado animarla en muchas ocasiones, forzarla a salir de la cama, forzarla a VIVIR y es muy difícil ayudar a alguien q no quiere dejarse ayudar. Por eso te pide q te dejes ayudar, q la pena infinita por la ausencia de tu madfe no tiene q durar eternamente, q no la quieres menos porque deje de doler un poquito cada día...no puedes fingir alegría y sonrisas con tus hijos siempre, se van haciendo mayores y no disfrutas todo lo q te mereces si no dejas sitio en tu corazón.
Un abrazo muy, muy fuerte!!!
Tienes toda la razón en todo lo que dices, Chitin.
EliminarMuchas gracias y un abrazo a tí también.