jueves, 9 de junio de 2016

Nunca sabrás lo que te quiero hasta que seas madre

Mi madre solía decirme Nunca sabrás lo que te quiero hasta que seas madre. Y sí lo sabía, siempre lo supe. Éramos muy diferentes, ella era una mujer hecha de tristeza, ternura, calma y sensatez, y yo todo lo contrario, soy alegre, impulsiva, desordenada, descerebrada. Teníamos una conexión mágica y especial que iba mucho más allá que la relación madre-fija, sí lo sabía, sí, pero pude darme cuenta de muchas más cosas cuando fui madre. La recuerdo esperando a que terminaran de coserme en la puerta del quirófano y haciéndome señales a través de la ventana ¿Estás bien? Siiii ¿Has visto a mi hijo? ¡Que ya soy madre!

Hoy hace ocho años de aquello, hoy es mi cumplemadre, el pequeño Parrulín está de cumpleaños. Ya no es tan pequeño. Mi primer bebé, le nacieron por cesárea, era enorme y precioso. Cuando lo cogí entre mis brazos me miró y me cogió el dedo con sus manitos, como diciéndome quédate conmigo. Me conmovió y supe lo que era el amor de verdad, el que no tiene condiciones, supe lo que era entregar el corazón a otra persona, para siempre. Y comprendí lo que quería decir mi madre.

Mi niño lindo, mi Parrulín, era un precioso niño pequeño. Comenzó pronto a hablar, comenzó tarde a caminar, siempre ha sido un niño despierto y alegre. Su pelo ha ido cambiando de ser rubio como el sol a tener el color del trigo en otoño, sus ojos no han cambiado. Sigue mirándome con esos ojos tan abiertos, tan vivos y despiertos, unos ojos en los que se puede leer su sensibilidad y su inteligencia. Sigue conmoviéndome el corazón cuando me mira.

Mi niño bonito, mi Parrulín, contigo aprendí a ser madre. Tuve una buena maestra, mi madre me enseñó tantas cosas… y contigo las aprendí. Aprendí a amarte de manera infinita, a cuidarte, a mirar de nuevo la vida a través de los ojos de un niño, a maravillarme con las pequeñas cosas. Aprendí también lo que es el miedo, que dejaras de respirar, que te cayeras del tobogán, que te hicieran daño…


Es hermosa la vida como madre, y no podía tener mejor compañero que Parrulín. Cierto que a veces me saca de quicio, pero el balance de estos ocho años de madre es positivo. Ser madre no me define, pero sí me caracteriza, está tatuado en mi piel. Ha suavizado mi carácter, aumentado mi paciencia, despertado mis ganas de jugar y de aprender y, sobre todas las cosas, ha desbordado mi capacidad de amar.

Con sus últimos latidos le pedí a mi madre que cuidara de mis hijos, siento que lo está haciendo bien y que de alguna forma me acompaña. Nunca sabrás lo que te quiero hasta que seas madre, decías. Sí lo sabía, madre, sí lo sabía, pero lo aprendí de nuevo. Gracias.

Mamá de Parrulín y de Xoubiña,
Sean buen@s y felices.

Otro día más.

2 comentarios:

  1. Siempre que vengo a leerte me pongo a llorar. Me arrollas el sentimiento de madre, y de una hija que creció lejos de su madre.

    Besotes para tu chico bello.

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