Aquel día llegaba tarde a trabajar, iba en un taxi y pasé por la plaza de la estación de Atocha camino de la oficina. Debía de ser más o menos la hora de la masacre, aunque yo no vi nada, ni pasajeros heridos, ni ambulancias, ni policías, quizá no había llegado aún la ayuda.
El taxista tenía puesta la radio y yo debía de estar pensando en otra cosa porque recuerdo haber oído algo de una bomba y pensé que era como aquellas que habían puesto recientemente en las vías del ave, que no causaron más que algunos pocos daños. Quizá era sólo la confusión de los primeros minutos.
Al llegar a trabajar estaba sola, de las 12 personas que formaban mi departamento de aquel entonces no había llegado ninguna todavía, lo que era raro. Me llamó mi madre, preocupadísima, me lo contó y puse la radio. Estaba alucinando, parecía una película. Estaba sola.
Al poco tiempo empezaron a sonar los teléfonos de mis compañeros de forma insistente. No solíamos responder teléfonos ajenos pero imaginé que eran familiares.
Recuerdo corriendo de teléfono en teléfono. La madre, la hermana, la abuela... Intentaba tranquilizar a un montón de gente que no conocía. No funcionan los móviles, ni el metro, tardará en llegar, le digo que te llame. Iba dejando post it en la pantalla del ordenador. Llama a tu madre, llama a tu hermana, llama a tu abuela... En el departamento de al lado también llamaban sin cesar, era mucho más grande que el mío. Me organicé con otra chica para contestar todos los posibles. Al final los post it sólo decían Madre, hermana, abuela...
Está Elena? No, señora, no ha llegado todavía. La señora llora, yo también sin que lo note a través del teléfono. Mi nieta pasa por Atocha! No señora, su nieta vive en Vicálvaro y no pasa por allí. Hace poco que sí, porque llega antes en el cercanías. Señora, tranquila, estará todo colapsado y no podrá llegar hasta dentro de un rato, de cualquier modo para estar aquí a las 9 no pasaría por Atocha a esa hora, es muy pronto. Hoy entraba antes porque tenía inglés. (...) Recuerdo esta conversación como la peor de todas, pobre abuela.
Elena terminó llegando a trabajar, el resto de mis compañeros también. La normalidad no conseguimos establecerla, no apagamos la radio en toda la mañana. La empresa en la que trabajamos realiza obras para cercanías. Algunos compañeros tuvieron que ir a hacer una primera valoración de los daños. Volvían contando cosas espantosas.
Soy una privilegiada, no conozco a nadie que muriera aquel día, ni que resultara herida, ni tan siquiera que estuviera allí ese día. Pero dejó huella en mi corazón.
Alguna vez había estado yo en Atocha antes de ese día, una temporada tuve que ir a menudo para dibujar bocetos de Atocha para una asignatura de la carrera. Pero no solía usarla como pasajera.
Hoy paso por allí todos los días y no dejo nunca de impresionarme y de sentir que en aquella estación ocurrió algo terrible que aún flota en el ambiente, siento una especie de malas vibraciones que probablemente sean sólo sugestión mía.
Si yo lo pasé tan mal apenas unas horas, y simplemente contestando el teléfono, no puedo ni imaginar el sufrimiento de los afectados, la búsqueda de sus seres queridos, la confirmación de sus peores sospechas, la alegría de encontrarlos heridos, el dolor de sus cicatrices. Soy una privilegiada.
Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid. Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.
No sé ni qué decir. No me extraña que notes malas vibraciones allí, no creo que sea sugestión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo también noto malas vibras en atocha, no sè si será sugestión.
ResponderEliminarUn beso