¿Soy mujer, soy hija (o era, y lo fui entregando toda mi alma), soy madre, soy
esposa, soy arquitecta? El estado civil no define a las personas y la profesión
tampoco. Como dice la cantante gallega Sés “eu non escollín ser muller e
galega; simplemente tiven sorte”, jeje, me encanta esa frase, seguro que la voy
a utilizar más de una vez. Aunque madre me define mucho no llega a convencerme,
deja fuera muchos aspectos de mi vida que también son importantes. No me vale
ninguno de estos adjetivos, sigo pensando entonces.
¿Soy divertida? Uf! Pues lo intento, de verdad que lo
intento. Intento que cada día mis hijos sean felices y alegres. Hasta tal punto
que en ocasiones me veo poseída por algo parecido a una animadora sociocultural
infantil. Como cuando voy cantando y bailando en el metro, como cuando juego
con ellos sin importarme el ridículo ni las miradas, como cuando me río a
carcajadas… pero cuando ellos no están me inclino peligrosamente hacia la pena como
una barca que naufraga ahogándose en el recuerdo. Yo quiero que en la crianza
de mis hijos no falte en el sentido del humor, también es lo que pretendo en
este blog y aunque a veces ha sido muy divertido, otras ha sido tan dramático
como las circunstancias que me han tocado vivir, como la vida misma. Mejor me
definiría… ¿bipolar? No, no, eso es un asunto mucho más serio que este.
¿Voluble? Mmm… quizá. ¿Veleta? Te vas acercando, caliente, caliente.
¿Descerebrada? Huy, ese sí que lo he usado muchas veces para definirme, al menos
en el blog, pero en la vida real quedaría raro. ¿Cómo te defines? Descerebrada.
No, no me convence tampoco.
He llegado a la conclusión de que la palabra que mejor me
define es sentimental. Sí, soy una sentimental. Me puede el corazón, lo entrego
por completo, tanto si me lo piden como si no, tanto si lo merecen como si no,
tanto si lo aprecian como si no. Soy una sentimental sin remedio, me dejo
llevar por las emociones y por los sentimientos que van dándome bandazos sin
cesar de aquí para allá. Y soy de las que se me cae la lagrimita por cualquier
emoción, soy de lágrima fácil, pero que muy, muy fácil.
La última vez que se me ha resbalado una lágrima por la
emoción ha sido hace un par de días, en la batalla de Twitter por hacer que
#NoSinMiTeta sonara fuerte y llegara a ser trending topic. Cuando leí que
habíamos conseguido llegar al segundo puesto con más de un millón de twiteos se
me escapó la lágrima. Me he visto emocionalmente implicada en este tema y saber
que al menos nos han escuchado, me ha llenado de alegría y de emoción.
Creo que no ha habido un momento importante en mi vida en el
que no llorara de emoción. No hay boda en la que no llore, aunque sea del
telediario o de una película. A mi hermana le escribí algo tan, tan bonito para
su boda que algún día os lo pongo a ver si resistís la lágrima vosotros. Fue un
cuadro de lectura, jajaja, yo leyendo el texto que tanto había preparado,
imaginando que era una actriz en un escenario para evitar que la emoción echara
a perder la lectura, y a pesar de eso terminé llorando, los novios llorando, las
madres de los novios llorando, muchos invitados llorando, sin caer en la
cursilería fue todo un despliegue de sentimentalismo abrumador.
Con mis hijos he llorado de emoción desde el principio, con
cada predictor, con cada eco, con la cada patada, con cada monitores, con cada
nacimiento, con cada salida del hospital, con cada bautizo, con cada primer
“ajo”, con cada primera sonrisa, con cada primer “mamá”, con cada primer paso… Bueno,
y con los segundos, los terceros… He llorado muchas veces con ellos de emoción,
también de orgullo, de impotencia ante su dolor…
Cuando era un bebé cada vez que veía a Parrulín en brazos de su padre lloraba
de emoción pensando lo buen padre que era y la suerte que tenía Parrulín con
él. Me emociona ver a Xoubiña durmiendo junto a mi santo. Me emociona ver cómo
se adoran mis dos hijos, se buscan con la mirada, son cómplices divertidos, se besan y se abrazan
constantemente. Me emociona ver a Xoubiña sacando morritos exigiendo un beso de su hermano. Me emociona que prefiera darle besos a su hermano antes
que a mí.
Me emociona ver a una pareja de abuelos paseando juntos,
quizá en silencio, pero juntos en su vejez. Me emocionan los primeros brotes de
los almendros que se adelantan a la primavera. Me emociona ver un papá llevando
un portabebés. Me emociona que alguien que hace mucho tiempo que no veo se
acuerde de mí. Me emocionan algunas de las historias que leo en los libros. Me emocionan todas las canciones que llegan hasta el alma. Me emociona la lucha por los ideales y las batallas contra las injusticias. Me
emocionan los gestos cariñosos, los detalles especiales, las miradas cómplices y
las sonrisas sinceras. Me emocionan los reencuentros y también las despedidas.
Para bien o para mal, he llegado a la conclusión de que la palabra que mejor
me define es que soy una sentimental, irremediablemente y perdidamente sentimental!
Mamá de Parrulín y de Xoubiña.
Otro día más.
Sean buen@s y felices.
Pues ya somos dos, y ahora sabré como definirme.
ResponderEliminarPorque me emociono con cada detalle, igual que me he emocionado con tus palabras de hoy.
Y a veces me emociono tanto (como con la entrada anterior) que solo puedo llorar. Y no me salen las palabras, solo me salen lágrimas y abrazos.
Jo, pues me parece que me uno al club. En cualquier situación emotiva mis amigas me miran rápido para ver si ya estoy llorando a moco tendido...
ResponderEliminarUn texto precioso Parrulina. Y además, también eres mu divertida, jejejeje...
Muas!
Para mí cada vez es más difícil emocionarme y llorar por algo, la verdad es que con el paso del tiempo me va costando más.
ResponderEliminarQue lloro, está claro, pero cada vez menos.
Mi amiga Laurita sí es la típica que llora con facilidad.